La economía rusa enfrenta un panorama sombrío ante la reciente caída del rublo, que amenaza con agravar tanto el costo de la guerra en Ucrania como la inflación interna. El 21 de noviembre, Estados Unidos impuso nuevas sanciones a más de 40 bancos rusos, incluido Gazprombank, clave para las exportaciones de gas. Estas medidas, que entrarán en vigor el 20 de diciembre, complicarán los pagos internacionales en dólares, empujando a los compradores europeos a buscar alternativas.
El anuncio tuvo un impacto inmediato en los mercados. El rublo cayó un 10% frente al dólar en cuestión de días, alcanzando niveles no vistos desde los primeros meses de la invasión a Ucrania. Aunque el banco central de Rusia intervino para estabilizar la moneda, el rublo sigue mostrando una caída acumulada del 15% en lo que va del año. Pese a la gravedad de la situación, el presidente Vladimir Putin minimizó los temores, calificando las preocupaciones como "infundadas".
Sin embargo, la depreciación del rublo presenta graves problemas económicos. Por un lado, eleva el valor de las exportaciones de petróleo en moneda local, ayudando a reducir el déficit fiscal. Por otro, incrementa el costo de las importaciones, cruciales tanto para los consumidores como para las operaciones militares. China, el principal socio comercial de Rusia, suministra tecnología clave y bienes esenciales; el rublo ha perdido un 7% de su valor frente al yuan en el último mes, lo que encarece significativamente estos productos.
La inflación anual, ya por encima del 8%, se ve agravada por estos factores, mientras el banco central intenta contenerla con tasas de interés cada vez más altas. Este año, las tasas han subido al 21% y podrían llegar al 25%, según los analistas. Aunque el gobierno ha ofrecido subsidios para proteger a consumidores y empresas, la presión sobre las finanzas públicas está obligando a reducir este apoyo. Las hipotecas y las inversiones empresariales ya muestran signos de desaceleración, una tendencia que podría empeorar con las nuevas sanciones.
La economía rusa, que logró sortear los primeros años de guerra con un crecimiento inesperado, enfrenta ahora un "punto de inflexión", según la gobernadora del banco central, Elvira Nabiullina. Las proyecciones apuntan a una ralentización significativa para 2025, con un déficit presupuestario creciente y una moneda debilitada. Después de dos años desafiando pronósticos pesimistas, Rusia podría estar acercándose a un duro ajuste económico.