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Actor Manuel Marín, el “Jean-Claude Van Damme” del ICRT, reaparece desde Chile convertido en maestro de artes marciales

Redacción de CubitaNOW ~ domingo 19 de octubre de 2025

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Fue uno de esos actores que marcaron a generaciones de televidentes cubanos, aunque su nombre no aparezca con frecuencia en los archivos oficiales. Manuel Marín, recordado por su papel de Medardo en la serie policíaca Su propia Guerra, dejó huella por su fuerza escénica, su dominio físico y su mirada intensa, rasgos que lo convirtieron en uno de los intérpretes más potentes de su época.

Su personaje, un hombre de apariencia serena pero temperamento brutal, protagonizó escenas de violencia que todavía se comentan en la memoria popular, como aquella en la que embosca a El Tavo y lo deja al borde de la muerte. Esa secuencia, considerada una de las más impactantes de la televisión cubana, consolidó su reputación como el “karateca del ICRT”, o, como bromean muchos, “el Jean-Claude Van Damme cubano”.

Su presencia era imponente: voz grave, físico atlético y una naturalidad poco común para los papeles de acción. Marín no necesitaba efectos especiales para imponer respeto; bastaba un gesto o una mirada. Su capacidad para encarnar personajes violentos sin perder credibilidad lo hizo destacar también en El Corsario Negro, El año que viene, Blanco y Negro No y Alegrías de Sobremesa, además de su trabajo en doblaje, donde prestó su voz a personajes de Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, entre otros clásicos.

Pero más allá de los reflectores, Marín siempre fue un artista marcial disciplinado, un hombre que veía su cuerpo como una herramienta expresiva. Esa faceta lo llevó a dar un giro definitivo a su vida. Según confirmó en su perfil de Facebook, reside actualmente en Santiago de Chile, donde dirige una academia de artes marciales y representa el Kyusho Jutsu Budo Kai, un sistema centrado en el arte de los puntos vitales. También colabora con la Academia Bokenkaidō, especializada en defensa personal y control mental.

Su paso del set televisivo al tatami no fue una ruptura, sino una evolución natural. Hoy, Marín enseña la misma disciplina que aplicaba en la actuación, combinando técnica, respiración y concentración mental. Sus alumnos lo describen como un maestro exigente, pero profundamente humano, y sus antiguos seguidores lo recuerdan con respeto y nostalgia.

En redes sociales, los fanáticos de Su propia Guerra siguen reviviendo aquellas escenas emblemáticas y frases que quedaron en la memoria popular, como “pregúntale al Tavo, que te lo quitó”. Para muchos, Marín representa una era dorada de la televisión cubana: un tiempo en que los personajes se construían con entrega y pasión, y donde un solo golpe —físico o emocional— podía convertirse en leyenda.

Hoy, lejos de los estudios del ICRT, Manuel Marín continúa escribiendo su propia guerra, esta vez desde un tatami chileno, donde el arte, la disciplina y la memoria siguen latiendo con la misma intensidad de antaño.


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