La crisis geopolítica entre Estados Unidos y el gobierno venezolano ha provocado un efecto inesperado en el turismo internacional: miles de viajeros rusos, preparados para disfrutar las playas de Isla Margarita, fueron desviados repentinamente hacia Cuba, un cambio abrupto que generó indignación, burlas y quejas en redes sociales rusas.

La compañía Pegas Touristik, uno de los mayores operadores turísticos de Rusia, anunció la suspensión inmediata de los vuelos hacia Isla Margarita hasta finales de febrero, alegando “amenazas a la aviación civil” en el espacio aéreo venezolano. Detrás de esa frase técnica se encuentra un escenario más complejo: el incremento de la presencia militar estadounidense en el Caribe, una presión directa sobre la administración de Nicolás Maduro que ha elevado la tensión regional.

Como consecuencia, los turistas rusos que tenían paquetes pagados para Venezuela fueron redirigidos a destinos cubanos, principalmente Varadero. En cambio, aquellos que ya se encontraban en territorio venezolano, deberán ser evacuados mediante vuelos especiales gestionados por el propio turoperador.

Sin embargo, lo que debía ser una solución temporal ha terminado convirtiéndose en una avalancha de quejas.

En canales de Telegram y grupos de viajeros rusos han circulado videos y testimonios que describen condiciones precarias en varios hoteles cubanos: cortes de electricidad constantes, agua fría en las habitaciones, playas cubiertas de sargazo y hospedajes que distan drásticamente de la oferta turística que habían contratado.

Uno de los viajeros, visiblemente molesto, resumió la experiencia en una frase que se volvió viral: “Estamos en Cuba ahora… abandonados.”

Para Venezuela, la cancelación representa un golpe económico severo. Isla Margarita depende del turismo extranjero para sostener cientos de negocios locales, y la pérdida de miles de visitantes en plena temporada alta es un impacto directo en la ya deteriorada economía del país.

Para Cuba, en cambio, el repentino flujo de turistas puede interpretarse como un “regalo envenenado”: la isla sufre una profunda crisis energética, desabastecimiento generalizado y dificultades estructurales para sostener su propio mercado turístico. Recibir viajeros inesperados sin capacidad real para responder a la demanda solo expone aún más esas carencias.

Este episodio deja claro que, en medio de la tensión geopolítica actual, los turistas rusos se han convertido en piezas movidas por decisiones políticas internacionales más que por criterios de ocio. En un Caribe convulso, incluso unas simples vacaciones pueden quedar atrapadas entre presiones militares, alianzas estratégicas y crisis económicas.

El turismo, esta vez, fue el primer frente de choque.

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