Este martes arranca en el emblemático estadio Latinoamericano una nueva edición del tradicional duelo entre Industriales y Santiago de Cuba, el clásico más intenso y simbólico del béisbol cubano. Sin embargo, a diferencia de lo que ha caracterizado esta rivalidad durante décadas —gradas abarrotadas, tambores, coros y una ciudad partida en dos—, todo apunta a que esta vez el Coloso del Cerro recibirá el primer choque prácticamente vacío.

La razón no está ni siquiera en la calidad del espectáculo, sino en el momento que vive el país. Cuba atraviesa una de sus etapas más complejas en términos económicos y sociales: transporte casi paralizado, salarios insuficientes, apagones constantes y un nivel de desánimo generalizado que afecta incluso al deporte nacional. Para muchos aficionados, asistir a un juego de pelota dejó de ser una opción accesible; para otros, simplemente ha dejado de ser prioridad en medio de la crisis cotidiana.

Los organizadores esperan un ambiente atípico para un Industriales–Santiago, donde históricamente no cabía un alma más y cada lanzamiento venía acompañado de la presión popular. Ahora, el silencio amenaza con ser el protagonista, reflejo de una realidad que golpea también a los íconos más sólidos de la identidad nacional.

Aun así, el duelo tiene ingredientes deportivos atractivos: jóvenes talentos buscando consolidarse, lanzadores probándose en escenarios exigentes y dos equipos que, pese a sus altibajos, siempre encuentran motivación extra cuando se enfrentan. Será, sin dudas, un clásico distinto, un juego en el que el terreno intentará sostener la grandeza de una rivalidad que hoy lucha, al igual que el país, por recuperar su vitalidad.

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