A espaldas del sufrimiento de todo un pueblo, Miguel Díaz-Canel aún tiene deseos de celebrar su cumpleaños. Mientras la mayoría de los cubanos sobrevive entre apagones interminables, hambre, hospitales colapsados y una represión brutal, el mandatario no pierde la oportunidad de recibir alabanzas de sus círculos más cercanos. Desde unidades militares, comités del Partido Comunista y demás órganos represivos, le “llueven” felicitaciones al dictador que representa la continuidad de un régimen oprobioso e insensible.

Y por supuesto, la “machi” no podía faltar en el homenaje digital: “Te querré siempre, amor”, escribió ella, como si se tratara de una escena de novela rosa y no de un país en ruinas. Todo bajo el encapotado cielo de un apagón constante —inexistente para ellos— y una creciente hambruna y desesperación que tampoco les toca ni les preocupa.

Este contraste entre el lujo del poder y la miseria del pueblo no podría ser más ofensivo. En lugar de gestos de humildad o conciencia social, el cumpleaños del mandatario se convierte en una celebración vacía, sostenida por el miedo, la propaganda y la desconexión absoluta con la realidad nacional.

Como si no bastara, el círculo de poder se extiende en privilegios a los hijos de la elite. Manuel Anido, hijo de Lis Cuesta, recorre Europa y vive como un dandi moderno, mientras en Cuba millones no pueden costear ni un kilo de arroz. Lis Cuesta, por su parte, acumula propiedades en varias partes de la isla, símbolo claro de la doble moral del sistema. Así, con la mesa servida, el aire acondicionado encendido y las cuentas bancarias rebosantes, cualquiera cumple años felizmente, incluso en medio del colapso nacional.

Mientras el pueblo clama por pan y libertad, ellos se felicitan entre sí, brindan y aplauden... como si no pasara nada.

Y cerramos con una nota humorística: la UNE, en medio de los apagones, ha felicitado al presidente por su onomástico, como recordatorio a la realidad que vive el pueblo, tan ajena de la suya propia.

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