Estados Unidos y Venezuela entran otra vez en una fase de máxima tensión. Donald Trump confirmó que ya tomó una decisión sobre cómo actuar con el régimen de Caracas, pero no dijo cuál.

Ese silencio enciende todas las alarmas en el país sudamericano y deja a los gobiernos de la región en total incertidumbre. Lo único claro es que Washington ha desplegado una operación militar de gran escala en el Caribe, llamada “Lanza del Sur”, y que las fuerzas que están allí —según filtraciones del Pentágono— esperan órdenes.

Trump, fiel a su estilo, lanzó una frase breve pero explosiva: “Ya me decidí. No puedo decirles qué será”. Lo dijo camino al Air Force One después de reunirse en el Pentágono con el secretario de Guerra Pete Hegseth y otros altos mandos. Según fuentes citadas por el Washington Post, se discutieron “varias opciones” para avanzar con una estrategia militar enfocada en frenar el narcotráfico que, asegura la Casa Blanca, sale de Venezuela hacia EE.UU.

Mientras tanto, el Comando Sur difundió un video de una embarcación “neutralizada” en el Caribe con cuatro presuntos narcotraficantes. Es parte de la narrativa de Washington para justificar el despliegue y presionar a Maduro. Pero lo que realmente preocupa es lo que no se dice: cuál es el paso siguiente.

En el otro lado, Nicolás Maduro intenta mostrarse seguro, pero su discurso revela nerviosismo. Ha vuelto a invocar a Dios, diciendo que “se encomienda al Altísimo” ante lo que pueda decidir Trump. Un gesto similar al que hizo Hugo Chávez en sus últimos años, mezclando política y religión para tratar de mantener control y calma entre sus seguidores.

Sin embargo, mientras Maduro ruega, el país sigue hundido en crisis: inflación, apagones, escasez, migración masiva y un aparato militar que, según analistas, está dividido y teme un movimiento inesperado desde Washington.

El régimen venezolano observa cada declaración, cada movimiento y cada barco estadounidense en el Caribe. Saben que Trump juega a la ambigüedad estratégica: confundir, sorprender y nunca adelantar su golpe. Y eso mantiene a Maduro en un limbo peligroso, sin saber si lo que viene será una operación puntual, un bloqueo, un ataque o simplemente presión psicológica.

Hoy, Venezuela vive entre dos silencios: el silencio de Trump, que ya decidió, y el silencio de Maduro, que espera y reza.

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