“Es simple. Hay que cambiar las reglas del juego o nos morimos de hambre.” Con esta frase seca, sin adornos, el humorista cubano Ulises Toirac ha vuelto a sacudir las redes sociales, reflejando el hartazgo creciente ante una crisis económica que, lejos de menguar, se profundiza sin señales de salida.

Su crítica, dirigida al modelo de país que lo vio nacer, no solo desmonta la narrativa oficial que culpa al embargo de todos los males, sino que exige responsabilidad interna y decisiones estructurales urgentes.

Toirac, que reside en La Habana y ha sido durante décadas una de las voces más críticas —desde el humor— del sistema cubano, reaccionó con firmeza ante quienes siguen apelando al embargo estadounidense como única explicación del colapso nacional.

“El tema del bloqueo… no depende de nosotros. ¿Y entonces? ¿Nos morimos? ¿Si hay bloqueo somos disfuncionales? ¿Es la causa y lo será siempre?”, se pregunta con ironía, apuntando a la falta de voluntad política para transformar un modelo que ha demostrado ser inviable.

Lejos de matices, su mensaje advierte que seguir atados a una ideología económica disfuncional solo conduce al abismo. No hay tiempo, dice, para discursos vacíos ni para seguir esperando gestos externos. En medio de apagones de más de 20 horas, inflación galopante, desabastecimiento absoluto y servicios colapsados, Toirac pinta un escenario de país al borde del colapso total.

“No se puede sostener una nación con consignas cuando la gente no puede ni cocinar, ni dormir, ni encontrar un analgésico para su hijo”, ha señalado en otras ocasiones. Su voz, ya ampliamente escuchada dentro y fuera de la Isla, se alza como un llamado a la razón en medio del caos: o se cambia el rumbo o Cuba se hunde del todo.

El respaldo a sus palabras ha sido masivo. Cientos de cubanos dentro y fuera del país han compartido su publicación, aplaudiendo su valentía y claridad. En un escenario donde muchos artistas optan por el silencio o la evasiva, Toirac escoge el compromiso cívico, aun cuando sabe que sus palabras pueden incomodar a quienes ostentan el poder.

“No podemos seguir atados a un proyecto que nunca funcionó y que no tiene cómo funcionar. Eso no es resistencia: es suicidio.” Así resume Toirac, con una mezcla de rabia y esperanza, la urgencia de un cambio que ya no puede esperar más.

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