La tragedia ocurrida en la discoteca Birch, en Goa, no fue un simple accidente: fue la suma de negligencias, ilegalidades y falta de control que, juntas, encendieron la chispa que acabó con la vida de 25 personas.

La noche del 7 de diciembre de 2025, lo que debía ser una fiesta en una de las zonas más turísticas de la India terminó convirtiéndose en una escena dantesca. Más de un centenar de personas bailaban cuando unos fuegos artificiales eléctricos dentro del local provocaron el caos absoluto. Las llamas alcanzaron materiales inflamables, se produjo una explosión y en segundos todo quedó envuelto en fuego.

Los testimonios recogidos por CNN y BBC coinciden en lo mismo: el fuego avanzó tan rápido que muchos apenas tuvieron tiempo de correr. El pánico se apoderó del lugar cuando todos intentaron escapar por dos únicas salidas, lo que generó avalanchas humanas. Un testigo relató que los gritos no tenían sentido al principio, hasta que vio una enorme bola de fuego consumiendo el edificio. Otros contaron que la cocina subterránea se convirtió en una trampa mortal, donde varios trabajadores se refugiaron pensando que estarían seguros, sin saber que el humo denso sería letal.

El jefe de gobierno de Goa, Pramod Sawant, confirmó que entre las víctimas había 20 trabajadores —incluidos tres nepalíes— y cinco turistas, tres de ellos miembros de una misma familia. Seis personas siguen hospitalizadas, pero estables. El primer ministro Narendra Modi calificó la tragedia de profundamente dolorosa y anunció compensaciones económicas, aunque nada podrá devolver la vida perdida en cuestión de minutos.

La indignación creció cuando se reveló que el club operaba sin el certificado obligatorio de No Objeción (NOC), requisito esencial para garantizar la seguridad contra incendios. Tampoco cumplía regulaciones básicas: manejo incorrecto de materiales inflamables, estructura mal diseñada y un acceso final al edificio tan estrecho que incluso obstaculizó la llegada de los bomberos. Según la BBC, este retraso en el rescate pudo costar vidas.

A ello se suma otro golpe emocional: muchas de las víctimas eran trabajadores migrantes internos procedentes de estados pobres como Jharkhand o Assam, personas que dejaron todo atrás para sostener a sus familias y que murieron atrapadas en un sistema que no las protegió.

Cuatro empleados ya fueron detenidos y existe una orden de arresto contra los dueños, pero para muchos esto no es suficiente. La tragedia de Birch expone un problema mayor: locales nocturnos que crecen más rápido que la capacidad del Estado para fiscalizarlos.

Goa, un paraíso turístico, amaneció marcada por un infierno que pudo evitarse.

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