Seguridad del Estado obliga a activista cubana a abandonar la casa que rentaba

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 3 de septiembre de 2020

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Anamely Ramos González, curadora de arte, profesora y activista cubana, denunció la víspera el acoso de la Seguridad del Estado que ha sufrido durante años, y la ha obligado a abandonar la casa que rentaba a pedido de los dueños.

Cubita Now reproduce sus palabras, de manera íntegra, a continuación:

Esperé dos días para escribir esto. Primero porque la prioridad ahora es seguir empujando, todos juntos, para que liberen a Silverio Portal Contreras; y segundo, porque no suelo escribir sobre cosas tan delicadas de manera irreflexiva.

La noche del domingo, el dueño de la casa donde estaba viviendo con un amigo, nos pidió que le entregáramos la llave por la mañana. Evidentemente, había sido presionado por la Seguridad del Estado.

Así que ya saben: toda una noche y madrugada recogiendo las cosas, con todo lo que eso conlleva, física y espiritualmente. Sé que no soy la primera a la que le ocurre, ni remotamente. Es un proceder clásico. La que se autoproclama la quinta policía del mundo, dedica tiempo a ver quién visita a quien, y luego hace sus "visitas" también, para intimidar y amenazar.

¡Qué asco de policía!

¡Qué manera ustedes de desconocer absolutamente el sentido de la palabra libertad!

Necesitan escudarse en el miedo de otros, en lo que tienen que perder otros, para llevar a cabo su "trabajo", sucio, muy sucio.

Pero la cosa sigue. Necesité mover una parte de mis pertenencias, así que llamé a un amigo para que me llevara. Al volver, una patrulla nos paró y le pidió los documentos, mientras dos patrullas más se paraban frente a nosotros, a una distancia de menos de una cuadra, y los policías se bajaron en plan amenazante.

Descendí del carro con el móvil en la mano y pregunté si pasaba algo. Al verme, el policía nos dejó continuar. Los números de las patrullas eran: 825, 302, 249.

Al otro día, al abandonar la casa, también tenía una patrulla a unos metros de la puerta, esta vez con el número 545.

Quiero mandar un mensaje bien claro a la Seguridad del Estado, esa cosa que tiene el mejor nombre del mundo, pues anuncia claramente a qué sirve: a un estado, que, al proyectarse totalitariamente, lo único que sabe hacer para perpetuar su seguridad es reprimir a los que ya se hartaron de sus zarpazos.

No se metan con mis amigos, ni con mi familia... vengan directamente a mí, pero cuando lo hagan, vengan con todo, quizás con esas armas largas que portan los boinas negras que ahora andan en jeeps por algunas partes de La Habana. Gestionando una pandemia, dicen, porque hace mucho rato que decidieron gestionar absolutamente todo en este país como si se tratara de una guerra.

No pierdan su tiempo pensando cómo intimidarme o dañarme, con acciones de baja calaña ética. Ni fóticos, ni chismes, ni patrullas con policías que bajan la cabeza avergonzados porque ni entienden las órdenes que les dan.

Ya me botaron del ISA, ya mi hijo se fue del país, ya angustian a mis seres queridos y nos separan. Lo que les queda por hacer no alcanza ya para que deje de actuar por lo que creo justo y necesario.

Ah, pero tengan en cuenta que cada acción inmunda que realicen la voy a denunciar, para que todos sepan la mafia que son. Una mafia sin Marlon Brandon, como dice mi mejor amigo.

De hecho, todo lo que hicieron en estos días le abrió los ojos a unas cuantas personas, que sin tener nada que ver se vieron afectadas: el amigo que llamaron, la mamá del amigo que llamaron, la esposa del amigo que llamaron... Sí, porque como mismo ustedes usan a las personas para ponerlas unas contra otras, ese mismo canal puede servir para que las personas se unan, por solidaridad y empatía, al ver semejantes bajezas.

¡A las mafias se les teme, pero no se les respeta! Si quieren respeto dejen de actuar cobardemente.

Ya se los dije una vez: ¡ustedes son el pasado! Lo demuestran minuto a minuto.

Posdata: No pude tirar fotos de las patrullas. Pero tengo una foto mejor: este carro es del Teniente Coronel Camilo (no es su nombre real, se esconden tras nombres falsos). ¡Vean el muñequito rosado en el parabrisas de su modesto carro! Una mafia fetichista, parece.

Si alguna vez se tropiezan con ese carro, sepan que no es un amable señor sino un represor, de esos que ordenan que mujeres solas sean vigiladas e intimidadas en medio de la noche, de esos que trabajan con los dolores y los miedos de otros seres humanos.



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