Sandro Castro vuelve a presumir parrillada frente al hambre de los cubanos
Redacción de CubitaNOW ~ martes 14 de octubre de 2025

Otra vez el “niño Castro” vuelve a las redes, y no precisamente por algo admirable. Sandro Castro, nieto del dictador Fidel Castro, encendió la indignación en Cuba y el exilio al publicar un video donde se le ve disfrutando de una lujosa parrillada frente al mar, en el exclusivo barrio habanero de Miramar, mientras millones de cubanos luchan cada día por conseguir un poco de comida y sobrevivir a los interminables apagones.
En su historia de Instagram, Sandro mostró una “Parrilla Costera. Un clásico cubano”, rodeado de amigos, música, bebidas y abundante carne asándose sobre un carbón que para muchos ya es un lujo.
La escena transcurre con el Hotel Gran Muthu Habana iluminado de fondo, símbolo de la opulencia que solo disfrutan los herederos del poder.
El contraste no pudo ser más doloroso. En la misma Cuba donde un kilo de pollo supera los 3.000 pesos y un litro de aceite ronda los 4.000, el nieto del hombre que instauró el racionamiento en 1962 se da el lujo de reír frente a una parrilla rebosante, ajeno al hambre y la desesperanza que agobia al pueblo.
Sandro, que ya ha sido criticado en otras ocasiones por sus gestos frívolos —como cuando se burló de la libreta de abastecimiento llamándola “el diario de un vampiro”— parece no entender el peso simbólico de sus publicaciones.
Su “vida de príncipe” contrasta con la Cuba real, donde cocinar con leña o carbón improvisado se ha vuelto una obligación para miles de familias ante la falta de gas y electricidad.
Mientras Sandro enciende el fuego para su carne, otras madres en Santiago, Granma o Pinar del Río recogen ramas secas o queman puertas viejas para poder hervir un arroz. En los apagones de 30 horas, cocinar se convierte en una carrera contra el tiempo y el humo del carbón, en la marca diaria de la resistencia cubana.
La parrillada del nieto de Fidel no es solo una fiesta privada: es la representación más cruda del abismo social que existe entre la élite intocable y el pueblo exhausto. Un país partido en dos mundos que ya casi no se tocan.
Por eso, cuando Sandro dice “un clásico cubano”, lo que provoca no es orgullo ni nostalgia, sino rabia. Porque para el cubano común, el verdadero clásico es inventar para comer, sobrevivir sin luz y seguir esperando un cambio que los “niños del poder” jamás necesitarán.