Mientras el pueblo cubano resiste heroicamente las carencias, los apagones interminables, la falta de medicamentos y el hambre cotidiano, Sandro Castro —nieto de Fidel Castro— disfruta impunemente de los privilegios de la Robo-ilusión. Acompañado de otros "hijos de Papi y Mami", Sandro brinda con Cristal y otras bebidas importadas en un bar privado escondido bajo el Puente del Río Almendares, en pleno corazón de La Habana.

Mientras afuera reina la oscuridad, el miedo y la escasez, dentro de ese bar clandestino fluyen el alcohol y la opulencia, como una burla descarada a quienes luchan cada día por un plato de arroz y frijoles.

Este no es un hecho aislado. Sandro Castro ya ha dejado clara su desconexión total de la realidad del pueblo cubano. Fue él quien, años atrás, desató la indignación pública tras publicar un video en redes sociales alardeando de conducir un Mercedes-Benz último modelo, afirmando con arrogancia: "No cualquiera puede tener estos lujos, solo los que los merecen". Sus palabras, llenas de desprecio hacia la mayoría trabajadora y empobrecida, encendieron la ira de miles que vieron en él el rostro más obsceno del cinismo castrista.

Sandro también ha sido fotografiado en fiestas privadas, rodeado de excesos, lujos y amistades de la élite comunista que, mientras predica austeridad y sacrificio al pueblo, disfruta de mansiones, yates, viajes y placeres que niegan al resto del país.

La vida de estos parásitos se sostiene sobre el sufrimiento del pueblo oprimido, un pueblo que ha sido despojado de sus derechos más básicos y condenado a sobrevivir entre la escasez, los apagones, la persecución política y la falta de futuro.

Mientras tanto, Sandro Castro y su camarilla celebran bajo los puentes de La Habana, como si la tragedia nacional fuera simplemente el telón de fondo de su decadente fiesta privada.

(Video en los comentarios)

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© La Tijera

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