El gobierno cubano permitió una visita altamente controlada al preso político José Daniel Ferrer, líder de la Unión Patriótica de Cuba, quien lleva recluido desde abril sin acceso visible a derechos básicos.

La visita se produjo el 14 de julio y solo fue autorizada para su esposa, Nelva Ismarays Ortega-Tamayo, bajo la vigilancia del oficial del G2 Julio Fonseca. La confirmación de su "fe de vida" se dio después de intensas denuncias internacionales que exigían una prueba sobre su estado.

Durante el encuentro, Ferrer describió las condiciones en las que sobrevive: hacinamiento con presos comunes que colaboran con la Seguridad del Estado, presencia constante de chinches, moscas y mosquitos, carencia total de atención médica, y el consumo obligado de agua contaminada.

Según denunció su familia, sufre de “ambos oídos reventados, fuertes dolores de cabeza, tos, dolor de garganta y molestias musculares y articulares”. No se le permite el ingreso de medicinas ni alimentos adecuados.

"Aunque las palizas han cesado momentáneamente, Ferrer sigue viviendo en condiciones crueles e inhumanas que ponen en riesgo su vida", denunció Ana Belkis Ferrer, su hermana, a través de redes sociales. Ella volvió a exigir justicia para todos los presos políticos y denunció al régimen como principal responsable de lo que calificó como una política sistemática de tortura.

Las organizaciones de derechos humanos, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional, han alertado en múltiples ocasiones sobre el patrón de abuso que sufre Ferrer y otros opositores en las cárceles cubanas.

La prisión de Mar Verde, donde se encuentra recluido, ha sido escenario de denuncias similares, incluyendo huelgas de hambre prolongadas como la que Ferrer sostuvo recientemente durante más de 14 días.

"La única garantía de vida para José Daniel es su inmediata liberación", ha sentenciado la familia. Mientras tanto, la etiqueta #SOSFerrer sigue activa, como símbolo de alerta y reclamo urgente ante una realidad de castigo sistemático a la disidencia.

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