Sigue dando de qué hablar el informe expuesto por Raúl Castro en la primera sesión del octavo congreso del partido que rige en Cuba.

El general en su especie de despedida de la vida política se refirió al trabajo privado en algunas profesiones y la importación directa, temas en los que fue categórico, sobre su posición en contra.

Para Raúl Castro resulta egoísta pensar en ejercer ciertas profesiones fuera de la égida del gobierno:

 “…se ha demandado el ejercicio privado de algunas profesiones mientras a las demás no se les permite. Parecería que el egoísmo, la codicia y el afán de mayores ingresos provocan en algunos el aliento para desear que se inicie un proceso de privatización que barrería los cimientos y las esencias de la sociedad socialista construida a lo largo de más de seis décadas. Por ese camino, en poco tiempo se desmontarían también los sistemas nacionales de educación y de salud pública, ambos gratuitos y de acceso universal para todos los cubanos”.

 Sobre la importación directa advirtió “otros, esperando hacer estallar el principio socialista del monopolio del Estado sobre el comercio exterior, vienen reclamando que se autorice la importación comercial privada en el ánimo de establecer un sistema no estatal de comercio interior”.

 “Hay límites que no podemos rebasar porque las consecuencias serían irreversibles y conducirían a errores estratégicos y a la destrucción misma del socialismo y por ende de la soberanía e independencia nacionales”, señaló dejando claro que no habrá ningún cambio radical en beneficio de las libertades individuales en la mayor de las Antillas.

 Un cubano, que se sitió aludido respondió particularmente a esas declaraciones: “Palabras firmes, decisivas, como si solo hubieran dos posiciones. Palabras que aunque parezcan dirigidas a un enemigo feroz, éstas en especifico, están dirigidas a los profesionales que se graduaron de sus escuelas, sus universidades y solo exigen una posibilidad más de trabajo”.

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