¿Puede un boicot a las recargas desde el exterior doblegar a ETECSA?
Redacción de CubitaNOW ~ jueves 12 de junio de 2025

La reciente alza en los precios de navegación impuesta por ETECSA ha desatado una ola de inconformidad dentro y fuera de Cuba. El nuevo tarifazo —que eleva los costos a niveles inalcanzables para la mayoría de los cubanos— apunta directamente a los bolsillos de los emigrados, quienes en muchos casos costean el acceso a internet de sus familiares en la Isla.
A raíz de esto, crece la propuesta de un boicot a las recargas internacionales como medida de presión contra la empresa estatal. Pero, ¿sería eficaz esta estrategia o simplemente dejaría a los cubanos más aislados?
Desde el propio régimen se ha confirmado que el 80% de los ingresos de ETECSA proviene de las recargas internacionales. Esto revela una dependencia crítica de una fuente externa que podría convertirse en el talón de Aquiles del monopolio estatal.
La presidenta de ETECSA, Tania Velázquez, admitió públicamente que las recargas han bajado drásticamente, lo que impacta en la sostenibilidad del sistema. "Para compensar, han encarecido brutalmente los gigabytes adicionales, convirtiéndolos en un lujo imposible para quienes viven con el salario mínimo", denuncian usuarios desde Cuba.
La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿qué pasaría si los emigrados dejaran de enviar recargas por completo? Para algunos, este parón sería el único lenguaje que entendería el régimen; para otros, el impacto recaería en los propios cubanos, que quedarían incomunicados y aún más vulnerables.
Cubanos consultados por Diario de Cuba expresan puntos de vista diversos. Algunos, como Jorge, estudiante universitario, creen que solo un corte total del flujo de recargas podría obligar a ETECSA a retroceder. Otros, como Enrique, trabajador estatal, temen quedar completamente incomunicados y reconocen el dilema de los emigrados, atrapados entre la necesidad de ayudar a sus familias y el rechazo a financiar indirectamente a un régimen represor.
Los analistas también están divididos. Dimas Castellanos apunta que un parón masivo podría incluso acercar al régimen al colapso, pero reconoce que su aplicación es difícil. "Si ceden a la presión, se abren las puertas a nuevas demandas sociales; si no, deben reprimir aún más", señala.
Para Juan Antonio Blanco, incluso una suspensión de un mes enviaría un mensaje potente: el exilio tiene capacidad de influir directamente sobre el régimen.
Voces como la de Manuel Cuesta Morúa abogan por una solución intermedia: racionar las recargas. "Una estrategia sostenida de regulación envía un mensaje político sin sacrificar la comunicación familiar", argumenta. Para Emilio Morales, sin embargo, todo llega tarde. La crisis interna del país, agravada por la mala gestión y el control absoluto de GAESA, ya ha desbordado el control del Gobierno.
En suma, el parón de las recargas se alza como un arma de presión inédita: directa, simbólica y con potencial real. Pero su éxito dependerá no solo de la voluntad del exilio, sino de su capacidad de coordinarse y sostener la protesta sin dejar atrás a los cubanos que, más que nunca, dependen del mundo exterior para sobrevivir.
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