Como si los abrumadores apagones fueran poco, ahora también se incendian los cables. Este lunes, justo después de terminar el horario de apagón programado —de 2 a 5 de la tarde— un incendio afectó la llamada “acometida” que conecta a cinco viviendas en la Calle 296 entre 19 y 21, en Santa Fe, municipio Playa. El incidente dejó sin electricidad a varias familias que, una vez más, fueron empujadas a la desesperación.

El suceso no fue atendido con urgencia. El vehículo de la guardia eléctrica apareció solo bien entrada la noche, cuando la oscuridad ya se había apoderado de todo. Revisaron la zona, hablaron poco y se fueron, dejando a los vecinos sumidos en la incertidumbre. Horas más tarde regresaron con una respuesta que encendió aún más los ánimos: “En el municipio no hay cable. Hay que esperar a ver si en la provincia aparece algo.”

Una vez más, el pueblo queda solo, sin soluciones, sin recursos, sin dignidad. Atrapados en una cadena de negligencias, burocracia y abandono, los vecinos de Santa Fe no piden lujos, sólo luz. Sólo vivir.

Esta no es una historia aislada. Es apenas una más dentro de la cotidianidad cubana. Apagones interminables, equipos eléctricos quemados, alimentos que se echan a perder, enfermos que no pueden conectarse a sus tratamientos. Y ahora también: casas a oscuras por días enteros por la falta de un simple cable, ese que las autoridades no tienen, no gestionan o simplemente ignoran.

¡La situación es desesperante!

Las familias afectadas no han recibido ni una fecha tentativa, ni una solución provisional. Solo se les ha dicho que esperen. Pero, ¿cuánto puede esperar un niño para dormir tranquilo?, ¿cuánto puede esperar un anciano con un ventilador detenido por falta de electricidad?

"Hacemos un llamado urgente a visibilizar esta realidad. No es un asunto técnico, es humano. Se trata de vidas que quedan en pausa cada vez que se va la luz, y que ahora ni siquiera pueden retomarse porque el sistema se excusa con la falta de un cable."

Cuba se apaga, sí, pero lo más grave es que parece hacerlo también la empatía. Estas cinco casas en Santa Fe son símbolo de un colapso más profundo. Uno que comienza con la oscuridad, pero termina en la desesperanza.

Fuente: La Tijera

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