‘Ponga usted el día, la hora y el lugar’: actor cubano reta a Díaz Canel

Redacción de CubitaNOW ~ lunes 7 de diciembre de 2020

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El actor y dramaturgo cubano Yunior García Aguilera compartió, a través de sus redes sociales, su opinión sobre lo que se está suscitando tras la solicitud de diálogo de artistas cubanos con funcionarios.

Después de que se desarrollara una conversación entre algunos intelectuales y autoridades de cultura del país, el joven, que fue invitado, pero rechazó la invitación, dejó claros sus criterios al respecto.

Por otro lado, aseguró que, si Díaz Canel cumple con lo que dijo y se abre al diálogo, él está más que dispuesto a sentarse conversar, de ahí que le pide día hora y lugar, como un claro reto para el mandatario designado en la isla.

Cubita NOW reproduce sus palabras, de manera íntegra, a continuación:

Sí. Fui invitado a la reunión que se realizó este sábado con el Ministro de Cultura.

Y decidí no ir.

Me he tomado un tiempo para escribir estas notas. Necesitaba volver al teatro, beber un café con un amigo, dormir dos horas seguidas, hacer el amor con mi novia, volver a mi centro.

El viernes me encontré con un oficial de la Seguridad del Estado, sentado en una silla, en los bajos del edificio donde vivo. Me dijo tajantemente que no podía salir de mi casa.

No sentí, lo confieso, ni miedo ni odio por aquella persona que decía llamarse Jordan y que estaba allí en nombre del pueblo de Cuba. Más bien me vino a la cabeza la película "Santa y Andrés" y no pude evitar preguntarme si aquel hombre de casi dos metros había llegado hasta La Coronela cargando aquella silla o si se la había pedido revolucionariamente a algún vecino. Tuve tiempo para llamar a algunos amigos y denunciar mi situación. Minutos después me cortaron el acceso a Internet y luego descubrí que tampoco podía utilizar el teléfono fijo ni el celular.

Aproveché mi incomunicación para pensar. Llevaba días pegado a la pantalla del teléfono sin que me diera tiempo de leer o contestar los miles de mensajes recibidos. Parecía como si los sueños y desvelos de millones dependieran de lo que ocurriera en las horas siguientes. Me senté en un sofá, cerré los ojos y escuché varias veces una vieja canción de Bob Dylan. "The Times They Are A Changin".

Esta fue una semana que duró algunos siglos. 30 desconocidos intentábamos hacer algo que no había ocurrido en años. Procurábamos un consenso de opiniones y posturas muy diversas para llegar a un diálogo con las autoridades. Queríamos que no fuera como esos congresos donde se habla mucho y se logra muy poco. Aspirábamos a salir de esa posible reunión con acuerdos concretos que generaran cambios reales en materia de libertades y derechos.

No hablaré aquí de errores internos. Ya habrá tiempo para eso. Éramos treinta artistas, la mayoría jóvenes, asumiendo un rol político sin ninguna experiencia en ese campo. A la presión externa se sumaba una campaña desproporcionada en contra nuestra. El gobierno empleaba todos los recursos a su alcance para impedir el éxito de aquel atrevimiento hermoso y rebelde del 27N que los tomó por sorpresa.

Pensé mucho en esa historia bíblica tantas veces aludida para ilustrar el diferendo Estados Unidos - Cuba. Pero esta vez, hacia lo interno, el David había asumido un papel de Goliat. De realizarse el prometido encuentro, sabían que, en el lenguaje de los símbolos, tendrían pocas posibilidades de salir airosos.

Era evidente que encontrarían cualquier pretexto para evitar sentarse nuevamente con nosotros. Temí que los 30, sitiados y hartos de tanta impotencia, emitieran alguna declaración que echar por tierra lo poco que habíamos consensuado luego de largas discusiones. Temí que otras voces nos empujaran hacia un escenario de confrontación. Por eso, desde otro teléfono, le escribí un sms a Juan Pin, el más cercano a mí de los 30, dejando claro que mi firma no debía aparecer en ninguna declaración que no hubiese leído y aprobado.

Los muchachos del Movimiento San Isidro se ganaron mi solidaridad desde antes de aquel día en que fuimos frente al Mincult. Pero eso no significa que nos conozcamos a fondo o que compartiéramos las mismas agendas.

Me pareció sincero dejar claro ese asunto y esperar a tenerlos de frente, para hablar mirándonos a los ojos. Nunca me he tragado el cuento de lo que dicen contra ellos en el NTV. Son artistas, de eso no tengo la menor duda, pero de todos modos debía esclarecer que no soy miembro de su movimiento.

A las 5 de la tarde Jordan se fue con su silla. El Consejo Nacional de las Artes Escénicas había intercedido por mí y la vicepresidenta en persona fue a buscarme para llevarme hasta el teatro.

Al terminar la función de Hembra ya tenía conexión y escribí un mensaje para aquellos amigos que estaban preocupados. Entonces el Ministro llamó para avisar que me invitaba a una reunión que ocurriría al día siguiente en el teatro Abelardo Estorino, uno de nuestros grandes dramaturgos.

Agradecí y rechacé la invitación al mismo tiempo.

No me parecía ético con el resto de los 30 que no habían sido invitados.

No fue eso lo que se pactó el 27N.

No confié en que se saliera de allí con resultado alguno.

Tampoco le resto valor a ningún diálogo. Algunas voces fueron osadas y extremadamente honestas. Sin embargo, los verdaderos cambios comienzan por el lenguaje. Y allí, desde el lado que toma decisiones, se escuchó la retórica de siempre. Una vez más, todo quedó en promesas, en quejas escritas como en un muro de lamentaciones

¿Quién está actuando aquí como un verdadero revolucionario? ¿Quiénes se atrincheran como conservadores de manual?

Yo soy un tipo terco en cuestiones de esperanza. Prefiero mil veces ser criticado por buscar un diálogo real que por tomar un camino que ensucie mi conciencia. Ni soy un mercenario ni acepto injerencias extranjeras. ¡De nadie! Nunca me ha hecho falta en el bolsillo más de lo necesario.

Díaz-Canel ha dicho hoy que está dispuesto a dialogar con cualquiera que tenga una opinión honesta, aunque sea contraria. Si es para el bien de Cuba y no para lanzar quejas a otro saco vacío, le tomo la palabra.

Ponga usted el día, la hora y el lugar. No exijo ninguna condición que no sea la transparencia de ese encuentro. Y quedo a la espera de su respuesta.




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