En Santiago de Cuba, la atención estomatológica se ha convertido en un calvario para quienes sufren dolores intensos de muelas. Durante días, decenas de pacientes han recorrido clínicas y consultorios buscando alivio, solo para encontrar puertas cerradas, sillones inoperables y estantes vacíos. La escasez de agua e insumos básicos convierte cada visita en una experiencia frustrante.

Los intentos de acudir a los policlínicos locales o a áreas de salud, como la del 30 de Noviembre, han resultado infructuosos. Muchos se ven obligados a caminar con la mano en la cara, conteniendo el dolor, sin obtener ninguna respuesta. La desesperación alcanza su punto máximo en la Escuela de Estomatología, ubicada entre la Avenida Garzón y el Cuartel Moncada. Allí, pacientes se forman en largas filas frente a puertas cerradas con candados, mientras la doctora de guardia se lleva las llaves, dejando a todos afuera sin atención.

El ambiente se torna tenso. Personas de todas las edades, desde ancianos hasta madres trabajadoras, soportan el dolor mientras algunos consideran romper las puertas, no por vandalismo, sino por necesidad urgente. Entre murmullos de impotencia, se escuchan frases que reflejan el descontento general: “En este país hasta el muerto tiene que pagar… y ya uno está muerto.”

Lo que se vive hoy en Santiago de Cuba es más que una falta de recursos; es un reflejo de abandono institucional y de un sistema que no logra garantizar la atención más elemental. Cada día de espera se convierte en una agonía, porque el dolor no entiende de horarios ni de candados.

La realidad es clara: aliviar el sufrimiento de los pacientes debería ser una prioridad, pero en la práctica, los santiagueros enfrentan un muro de indiferencia que pone en evidencia la crisis del sistema de salud dental en la ciudad.

Del perfil de Yosmany Mayeta

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