A las puertas de 2026, cuando se cumplen 67 años del ascenso del castrismo al poder, el panorama de la oposición cubana aparece marcado por la dispersión interna, el exilio forzado de líderes y un recrudecimiento sostenido de la represión estatal. Lejos de grandes gestas visibles, la disidencia enfrenta un escenario de resistencia silenciosa y desgaste prolongado.

“El 2025 no es testigo de acciones políticas espectaculares, sino de iniciativas estructurales que van madurando, con y desde la ciudadanía”, explicó a Martí Noticias el politólogo y activista Manuel Cuesta Morúa. Desde La Habana, subrayó que el exilio forzoso ha dejado a muy pocas organizaciones opositoras operando dentro de la isla.

Cuesta Morúa asumió recientemente la presidencia del Consejo para la Transición Democrática en Cuba (CTDC), tras la salida al exilio de José Daniel Ferrer. A su juicio, 2025 ha sido “un año de sedimentación”, en el que se difuminan las fronteras entre ciudadanía y sociedad civil, preparando —según dice— un momento futuro de movilización pacífica.

Mientras tanto, el malestar social se expresa de forma espontánea y descentralizada, impulsado por apagones, escasez de alimentos y el colapso de los servicios básicos. Madres, jóvenes, trabajadores y campesinos han protagonizado protestas aisladas, muchas veces sin cobertura mediática, pero persistentes.

En el ámbito cívico, Cuesta Morúa destacó las acciones mensuales encabezadas por la académica Alina Bárbara López Hernández, así como iniciativas como el proyecto Shanti y el trabajo de los Observadores de Derechos Electorales (ODE).

Otros analistas, como Pablo Morales Merchant, del Partido Unión Por Cuba Libre, coinciden en que la oposición ha mutado hacia un activismo centrado en la supervivencia económica y los derechos básicos, debilitada por la emigración, la prisión y el agotamiento físico y emocional.

Desde el exterior, el investigador José Manuel González Rubines, del Observatorio Cubano de Auditoría Ciudadana, llamó a observar experiencias recientes como la de Nepal, donde la generación Z se organizó a través de redes sociales, un fenómeno que recuerda —aunque con desenlaces distintos— al estallido del 11 de julio de 2021 en Cuba.

En contraste, el régimen proyecta para 2026 un modesto crecimiento del 1% del PIB, repitiendo promesas incumplidas, mientras mantiene un “escenario de economía de guerra”. Para muchos opositores, el contraste entre discurso oficial y realidad social confirma que el país entra en un nuevo año sin resolver las causas profundas de su crisis política y social.

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