Un simple cable flojo tiene a los vecinos de la calle Esteban Varona, en la ciudad de Camagüey, viviendo en penumbras desde hace nueve días. Lo que podría resolverse en minutos con un alicate y un mínimo de voluntad se ha convertido en una muestra más del abandono estatal que sufren las comunidades cubanas.

El periodista José Luis Tan Estrada denunció en Facebook que, pese a dos reportes formales realizados por los afectados, las autoridades eléctricas no han acudido a reparar el problema. Cuando los vecinos fueron al gobierno municipal en busca de una solución, solo escucharon la excusa habitual: “Ya está en proceso”.

La respuesta oficial de la Empresa Eléctrica fue aún más desalentadora: “Hay que esperar, que hay pocos carros”. Una frase que se ha vuelto símbolo del deterioro institucional del país, donde la falta de transporte, combustible o personal es el pretexto recurrente para justificar la ineficiencia generalizada.

En los comentarios de la publicación, muchos cubanos se sintieron identificados. Una vecina, Maritza Arrojo, ironizó: “Que toquen calderos aunque sea dentro de la casa, para que tú veas que enseguida viene el carro”. Otro usuario, Rafael Alejandro Rodríguez, expresó su frustración: “Hoy es domingo y no ha venido nadie. ¿Hasta cuándo?”.

Esta historia no es aislada. En varias provincias del país, los reportes de averías eléctricas o roturas de transformadores pueden tardar días e incluso semanas en ser atendidos. En zonas rurales de Granma y Las Tunas, hay comunidades que pasan hasta 15 días sin electricidad por fallos mínimos, mientras que en Santiago de Cuba se reportan postes caídos que nadie retira.

Los ciudadanos ya no esperan eficiencia; solo esperan que alguien aparezca. Mientras tanto, la cotidianidad en la Isla se hunde entre apagones, demoras, promesas incumplidas y la sensación de que Cuba se apaga lentamente, no solo por la falta de luz, sino por el abandono sistemático que sufren sus habitantes.

Como escribió un usuario en redes sociales, sintetizando el sentir de millones:

“No es un cable flojo, es un país entero que se soltó del sentido común.”

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