El paso del huracán Melissa por el oriente de Cuba dejó un saldo de más de 116.000 viviendas dañadas, según cifras oficiales presentadas durante una sesión del Partido Comunista de Cuba (PCC), único legal en el país. El fenómeno meteorológico impactó a finales de octubre con gran intensidad varias provincias ya golpeadas por una profunda crisis económica y energética.

De acuerdo con el balance divulgado por la Presidencia, la provincia de Santiago de Cuba concentra la mayor parte de las afectaciones, con más de 93.000 viviendas dañadas, lo que evidencia la fragilidad del fondo habitacional en esa zona del país. Otras provincias del oriente, como Granma, Guantánamo, Holguín y Las Tunas, también reportaron daños significativos, aunque en menor magnitud.

Durante la reunión, el segundo jefe del Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil, primer coronel Luis Ángel Macareño, informó que aún se mantiene la asistencia a 2.760 personas que perdieron sus hogares o cuyas viviendas quedaron inhabitables. Muchas de estas familias permanecen en casas de vecinos, centros estatales o soluciones temporales, sin que exista claridad sobre los plazos reales para una recuperación definitiva.

Las autoridades aseguraron que los llamados “sistemas vitales” se han restablecido en más de un 95 %. El abastecimiento de agua, según los datos oficiales, alcanza el 96 %, y solo la provincia de Granma ha logrado restablecer completamente su sistema eléctrico. En el resto de las provincias afectadas, el servicio aún no se ha normalizado del todo.

No obstante, estas cifras no reflejan plenamente la realidad cotidiana. Amplias zonas del oriente cubano ya sufrían apagones prolongados antes del paso del huracán, por lo que el restablecimiento parcial del sistema eléctrico no implica un suministro estable ni continuo para la población.

Melissa cruzó el este de la Isla con categoría 3 en la escala Saffir-Simpson, con vientos sostenidos de hasta 200 kilómetros por hora y acumulados de lluvia que alcanzaron los 400 milímetros en algunas localidades. Aunque el Gobierno afirmó que no hubo víctimas mortales, los daños materiales fueron considerables.

El impacto del huracán se extendió más allá del sector residencial. Las autoridades reportaron afectaciones en unas 600 instalaciones de salud, más de 2.000 centros educativos y cerca de 100.000 hectáreas de cultivos, además de daños en infraestructuras clave como carreteras, telecomunicaciones, redes eléctricas y sistemas de abasto de agua.

Ante la magnitud del desastre, Naciones Unidas presentó un plan de acción valorado en 74,2 millones de dólares para asistir a cerca de un millón de personas, poco más del 10 % de la población cubana. Sin embargo, en un contexto de escasez de recursos, inflación y deterioro de los servicios básicos, la recuperación del oriente del país se perfila como un proceso largo y lleno de incertidumbres para miles de familias que lo han perdido casi todo.

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