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Mientras La Habana protestaba, el régimen montó su propia “normalidad” bajo los reflectores de 23 y 12

Redacción de CubitaNOW ~ miércoles 10 de diciembre de 2025

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La noche del martes dejó dos imágenes completamente opuestas de La Habana. Mientras amplias zonas de la ciudad permanecían sumidas en apagones prolongados que desataron nuevas protestas, en la céntrica esquina de 23 y 12 el gobierno intentaba proyectar normalidad con un evento cultural perfectamente iluminado.

En redes sociales, la empresa estatal MAMBO-Cuba compartía entusiasmada la proyección del filme paraguayo 7 cajas como parte del Festival de Cine Latinoamericano, celebrando el “ambiente cultural habanero”. Lo que no mencionaron es que, a pocos kilómetros, miles de vecinos golpeaban cazuelas, gritaban consignas y denunciaban la censura tras el corte de internet impuesto para ocultar las protestas.

La contradicción se volvió aún más evidente cuando amaneció la capital: los seis bloques eléctricos de la ciudad estaban fuera de servicio. Un apagón masivo dejó al descubierto el colapso del sistema y la incapacidad del gobierno para sostener siquiera su espectáculo de normalidad.

La crisis energética en La Habana ha llegado a un punto crítico. Hogares enteros pasan noches completas sin electricidad, sin agua, sin ventilación y sin posibilidad de trabajar. El racionamiento se ha convertido en una rutina desgastante que afecta todos los aspectos de la vida diaria.

La noche del lunes, apagones que superaron las diez horas avivaron protestas en municipios como Diez de Octubre, Cerro, Marianao y Centro Habana. Hubo cacerolazos, gritos, barricadas improvisadas y un sentimiento que vuelve a emerger con fuerza: el miedo está dejando de ser un freno.

La respuesta del régimen fue la esperada: cortar el internet, reforzar las patrullas y montar operativos para impedir que circulen videos de lo ocurrido.

La prensa oficial, fiel a su guion, evitó reconocer el estallido social y prefirió promover actividades culturales en zonas selectas de la capital, intentando tapar con proyecciones y música lo que ya es imposible ocultar.

La Empresa Eléctrica confirmó después la gravedad del apagón: los seis bloques de la capital fuera simultáneamente, más de 277 MW de déficit y un racionamiento generalizado sin tregua. Incluso para la Cuba de hoy, se trata de una situación excepcional.

Mientras tanto, la escena de 23 y 12 —iluminada, festiva, fuera de contexto— quedó como un retrato dolorosamente exacto del divorcio entre la propaganda y la vida real: una minoría celebrando bajo focos encendidos, mientras la mayoría enfrenta alimentos a punto de dañarse, niños sin dormir y adultos que no pueden sostener su rutina diaria.

La Habana sigue sumida en la oscuridad, pero la puesta en escena oficial permanece intacta. Y cada vez menos cubanos parecen dispuestos a aceptar la ficción.


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