Una joven cubana lleva más de nueve meses esperando por un paquete que su familiar le envió desde Europa. Su experiencia, lejos de ser un caso aislado, refleja una realidad que cada vez más personas denuncian: el pésimo servicio y las sospechosas irregularidades en la Mensajería y Cambio Internacional de Correos de Cuba.

“Todos los días es un peloteo distinto”, comenta. Llama, pregunta, espera... y nada. Mientras tanto, observa cómo los trabajadores del centro salen diariamente con mochilas y bolsos voluminosos. La escena se repite sin que nadie rinda cuentas, mientras los paquetes enviados desde el extranjero se desvanecen en un limbo de desinformación, retrasos inexplicables y corrupción.

No se trata solo del tiempo —que ya es excesivo— ni del elevado costo de envío. Es que, aun con suerte, los destinatarios reciben sus paquetes meses después y casi nunca completos. Parte del contenido suele “extraviarse”, es decir, robado o decomisado sin explicación alguna. En el peor de los casos, el paquete jamás aparece. Y si finalmente llega, el receptor debe pagar tarifas abusivas para retirarlo, incluso si el contenido es de primera necesidad o donaciones.

El testimonio de esta joven no es el único. Un anciano en Holguín esperó siete meses por una caja con medicamentos que jamás llegó. Una madre en Santiago de Cuba recibió su paquete abierto y con la mitad del contenido faltante: pañales, ropa infantil y algunos productos de higiene desaparecieron en el camino.

Las redes sociales están llenas de denuncias similares, pero las respuestas oficiales brillan por su ausencia. Correos de Cuba, lejos de corregir el rumbo, sigue acumulando quejas y protagonizando casos de negligencia y abuso.

Por todo esto, cada vez más personas aconsejan no utilizar este servicio para enviar artículos a la Isla. No solo no funciona, sino que pone en riesgo el sacrificio de quienes desde el extranjero intentan ayudar a sus seres queridos.

El colectivo de Mensajería Internacional puede que ostente la categoría de "Vanguardia Nacional", pero para muchos cubanos, no representa más que un símbolo de impunidad, saqueo y maltrato institucionalizado.

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