La desaparición de la maestra jubilada Esperanza Cabrera Melvin en Colón, Matanzas, cumple ya seis meses sin avances significativos. El 19 de diciembre de 2024, Esperanza salió desde la parada del Central "René Fraga" hacia el cercano poblado de "Maceo", pero nunca llegó.

Desde entonces, su rastro se perdió y el caso permanece en una peligrosa nebulosa de silencio institucional, a pesar del reclamo constante de familiares, vecinos y organizaciones como Alas Tensas.

“No la olvidamos y exigimos respuestas a las autoridades que tienen el deber de buscarla”, denunció el colectivo en redes sociales, mientras la familia continúa difundiendo sus teléfonos con la esperanza de obtener algún dato relevante.

El único sospechoso relacionado con la desaparición es Yoandy Castro, un hombre del poblado Laberinto, arrestado tras declarar en estado de ebriedad que había golpeado a Esperanza. No obstante, su confesión informal no fue ratificada, no se han hallado restos ni evidencia concluyente.

A pesar de la gravedad de la situación, los medios estatales han guardado silencio y las autoridades no ofrecen actualizaciones oficiales, dejando a la comunidad atrapada entre la incertidumbre y el miedo.

Este no es un caso aislado. En enero de 2025, una menor de 12 años desapareció en Camagüey tras salir hacia casa de su abuela. Aunque fue hallada posteriormente, el proceso de búsqueda se desarrolló gracias a la presión social y no por protocolos eficaces del Estado.

En La Habana, otra mujer mayor con demencia senil se perdió en marzo, y su localización también dependió más del activismo comunitario que de recursos institucionales. Estos patrones reflejan una falla estructural alarmante: la ausencia de protocolos claros y una voluntad política efectiva para investigar con celeridad las desapariciones en Cuba.

Las mujeres mayores, como Esperanza, se encuentran entre los grupos más vulnerables ante estas negligencias. La falta de información oficial, la lentitud de las investigaciones y el desinterés mediático forman una combinación que pone en riesgo la vida de muchas personas. “No hay voluntad de encontrarla. Lo que hay es abandono institucional”, lamentó una activista de Matanzas. En Cuba, muchas desapariciones siguen sin esclarecerse, y lo más grave es que la ciudadanía ya comienza a verlas como parte del paisaje cotidiano.

Hoy, seis meses después, lo único que permanece claro es que Esperanza Cabrera Melvin sigue sin aparecer. Su caso exige más que palabras solidarias: requiere compromiso, acción, justicia y verdad.

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