El dictador venezolano Nicolás Maduro encendió nuevamente las alarmas al denunciar un supuesto intento de ataque terrorista contra la embajada de Estados Unidos en Caracas. Según el propio mandatario, un “grupo terrorista local” habría planeado colocar explosivos en las inmediaciones de la sede diplomática.

Aunque la embajada norteamericana permanece cerrada desde 2019, Maduro aseguró que su gobierno ya entregó la información “por tres canales distintos” a las autoridades estadounidenses, e incluso afirmó que los cuerpos de seguridad “están tras la pista” de los presuntos responsables.

El presidente de la Asamblea Nacional chavista, Jorge Rodríguez, calificó el supuesto plan como una “operación de falsa bandera” orquestada —según él— por sectores extremistas de la oposición venezolana, con el fin de crear la apariencia de un ataque vinculado a grupos internos. Rodríguez aseguró que esta maniobra busca “sembrar caos y justificar nuevas agresiones” contra el régimen.

Sin embargo, analistas y activistas dentro y fuera del país creen que Maduro podría estar utilizando esta denuncia como cortina de humo, justo cuando crecen las tensiones con Estados Unidos por las operaciones militares en el Caribe contra el narcotráfico venezolano, relacionadas con el Cartel de los Soles, una red que salpica directamente a altos mandos del chavismo.

Este nuevo capítulo se suma a una larga lista de acusaciones sin pruebas contundentes que el régimen ha lanzado en los últimos años para justificar su narrativa de “asedio imperial”. En redes sociales, la noticia ha generado miles de comentarios: algunos ven la denuncia como una estrategia desesperada para desviar la atención de la crisis interna; otros, como una advertencia real en medio de un escenario político cada vez más tenso.

Mientras tanto, Washington no ha emitido un comunicado oficial, y la supuesta amenaza no ha sido confirmada por ninguna fuente independiente.

El país sigue dividido y la incertidumbre vuelve a dominar el ambiente político.

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