En un video compartido por el periodista Mario Vallejo, se hizo viral la declaración de Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, quien aseguró que Estados Unidos lo hizo famoso. Según sus propias palabras, “Usted muestra una foto mía en cualquier parte del mundo y la gente dice: ‘Maduro, Maduro, Very Good, Very Good’”.

Esta afirmación refleja el desdén del mandatario por las críticas internacionales y, al mismo tiempo, revela su percepción de notoriedad como un reconocimiento, incluso por parte de quienes lo cuestionan. Maduro parece ver la atención global no como un reproche por su gestión política o los señalamientos sobre corrupción y violaciones de derechos humanos, sino como un acto de legitimación de su figura.

El video, que circula ampliamente en redes sociales y medios de comunicación, ha generado reacciones inmediatas. Para analistas políticos, estas palabras evidencian la manera en que el líder venezolano utiliza la propaganda para presentarse como un actor internacional relevante, incluso cuando esa notoriedad proviene de críticas o sanciones extranjeras. En lugar de ocultarse o mostrar preocupación por la imagen que proyecta en el exterior, Maduro se muestra orgulloso, casi celebrando que su nombre sea reconocido en todo el mundo.

Asimismo, su expresión “Very Good, Very Good” sugiere un tono de ironía y autocomplacencia, como si el hecho de ser famoso, incluso de manera polémica, fuera un triunfo personal. Asegura el mandatario que los pueblos del mundo están con Venezuela, incluido el pueblo estadounidense.

La declaración también pone en evidencia cómo los líderes autoritarios pueden reinterpretar la atención internacional para reforzar su narrativa interna: la fama se convierte en un instrumento de poder y control sobre la percepción de sus seguidores.

La viralización de este video coincide con momentos de tensión política y económica en Venezuela, donde la oposición y la comunidad internacional han denunciado el impacto de la corrupción, el narcotráfico y la crisis social. Que Maduro interprete la notoriedad global como un logro subraya la desconexión entre su percepción y la realidad del país que gobierna.

Este episodio demuestra que, más allá de la política y la crítica internacional, la autopercepción de los líderes puede transformar incluso la condena global en una herramienta de propaganda, reforzando su imagen frente a seguidores y adversarios por igual.

Fuente: Mario Vallejo

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