La Federación Cubana de Beisbol (FCB) manejó en 2025 cerca de 2.3 millones de dólares, una cifra que, en teoría, debería marcar un antes y un después en el deteriorado panorama del béisbol cubano segun trascendió en su pleno que sesionó este viernes. Sin embargo, más allá del desglose de gastos presentado, la gran pregunta sigue siendo la misma: ¿cuánto de ese dinero se ha traducido realmente en mejoras visibles y cuánto permanece en el terreno de las promesas?

Los ingresos provienen del 10 al 20 % que la FCB recibe por la contratación de peloteros cubanos en ligas extranjeras, un monto que —según se insiste— no se descuenta del salario de los atletas, sino que lo pagan los clubes como un adicional. Con esos fondos, la Federación asegura haber cubierto una larga lista de necesidades logísticas, desde vestuarios y uniformes hasta viajes internacionales y pelotas para las categorías infantiles.

No obstante, el propio informe reconoce que una parte importante de las inversiones aún no se ha ejecutado. Entre ellas figuran la compra de luminarias completas para cuatro estadios, jaulas de bateo, máquinas de pitcheo, nuevos gimnasios y otros implementos clave para el desarrollo del deporte. Es decir, mejoras estructurales largamente reclamadas que siguen esperando.

Mientras tanto, el béisbol cubano continúa exhibiendo estadios a oscuras, terrenos en mal estado y carencias básicas en muchas provincias, una realidad que contrasta con cifras que superan el medio millón de dólares en vestuario o ropa comprada “por adelantado”.

La interrogante no es menor: ¿por qué se prioriza el gasto en indumentaria sobre inversiones duraderas que impacten directamente en la calidad del juego y las condiciones de trabajo? ¿Cuándo verán los aficionados y los propios peloteros resultados tangibles de esos millones?

La Federación habla de planificación, previsión y colaboración incluso con otros deportes, pero la experiencia reciente invita al escepticismo. En el béisbol cubano, las promesas de modernización han sido recurrentes, mientras las soluciones concretas llegan tarde, a medias o nunca.

Así, el 2025 podría quedar registrado como el año de los millones anunciados, pero también como otro capítulo donde la rendición de cuentas y la ejecución real vuelven a quedar en deuda. Porque en un país donde el béisbol sigue siendo pasión y refugio, el problema ya no es cuánto dinero entra, sino si algún día se verá reflejado en el terreno.

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