Cada vez es más común ver a personas durmiendo en portales, parques y aceras. No son delincuentes, no son peligrosos. Son hombres y mujeres olvidados por un sistema que no les dio otra opción.

Lo más doloroso no es verlos allí: es ver cómo los tratan. En lugar de recibir apoyo, orientación o una solución real, los expulsan como si fueran basura. "Vete pa’ otro lao", "no molestes frente al hotel", "no des mal aspecto". Así los empujan, no solo física, sino también moralmente, fuera de la vista… y de la dignidad.

No se resuelve la pobreza con escobas ni con policías. Tampoco se borra la desesperanza con multas ni amenazas. El problema no es que estén en la calle. El problema es que no tienen a dónde ir. La mayoría de ellos arrastra una cadena de fracasos del sistema: falta de oportunidades, pobreza extrema, salud mental sin tratar, abandono total por parte del Estado.

Cuba, como otros países, arrastra esta herida abierta. Pero aquí, donde tanto se presume de humanidad, es especialmente doloroso. ¿Dónde está la solidaridad? ¿Dónde están las instituciones? ¿Qué país queremos construir si permitimos que seres humanos vivan como sombras y, encima, se les eche por "dar mala imagen"?

No basta con sentir lástima. Se necesitan políticas públicas reales: albergues dignos, atención psicológica, reintegración laboral y sobre todo, respeto humano. Porque nadie elige dormir en la calle por placer.

Es hora de mirar de frente esta realidad incómoda. De dejar de expulsar al pobre y empezar a expulsar la indiferencia.

Fuente: Cuba Sálvate

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