Los Grandes Maestros del corazón actúan ante el jaque social en Cuba
Redacción de CubitaNOW ~ viernes 12 de septiembre de 2025

Cuba ha sido, desde hace más de un siglo, una tierra fértil para el ajedrez. El nombre de José Raúl Capablanca, campeón mundial entre 1921 y 1927, abrió un camino que consolidó al país como referente de la ciencia del tablero. A partir de él, generaciones enteras han mantenido viva esa tradición: desde Leinier Domínguez, Lázaro Bruzón, Jesús Nogueiras, Guillermito García, Walter Arencibia, Vivian Ramón o Maritza Arribas. Todos ellos han llevado con orgullo el talento criollo a torneos internacionales, reforzando la imagen de Cuba como cuna de grandes maestros.
Pero más allá de los focos y los títulos, existe otra cara del ajedrez nacional: la de los profesores y entrenadores que dedicaron su vida a formar generaciones de jugadores y hoy atraviesan serias dificultades. Sin pensiones dignas carentes de medicinas y, en ocasiones, sin acceso a los cuidados que necesitan, muchos de estos pilares silenciosos del ajedrez cubano enfrentan la vejez con escasos recursos y una profunda sensación de olvido.
En respuesta a esa realidad han surgido iniciativas solidarias dentro de la propia comunidad ajedrecística. A través de grupos de WhatsApp y redes sociales, jugadores y aficionados han organizado colectas para apoyar a los maestros que padecen enfermedades o situaciones extremas. Son esfuerzos anónimos pero constantes, que demuestran que el verdadero espíritu del ajedrez no se limita a los tableros: también se expresa en la empatía y el compromiso con quienes entregaron su vida a este arte.
Con este artículo, también rendimos homenaje a esa solidaridad silenciosa, prueba de que la familia del ajedrez y la solidaridad del cubano siguen vivas, pese a la degradación y pérdida de valores que se sufre hoy día y a los embates de un sistema que, tarde o temprano, deberá transformarse por completo. Es un recordatorio de que, incluso en los momentos más difíciles, la generosidad y el sentido de comunidad pueden abrir caminos donde parece no haberlos.
Reconocer a los grandes maestros del corazón es, por tanto, un acto de justicia. Son ellos quienes enseñaron a leer los finales, a calcular variantes, a entender el ajedrez y sobre todo a que la sociedad contara con hombres y mujeres de bien. Honrar su legado implica no solo celebrar sus partidas memorables, sino también tenderles la mano cuando la vida la vida en la isla les plantea un jaque inesperado.