Descarga gratis nuestra App

La mini clase de inglés callejero de Rikimbili que se volvió sketch

Redacción de CubitaNOW ~ lunes 13 de octubre de 2025

Article feature image

La escena empezó sin anuncio: una gasolinera de Las Vegas, 2017, fluorescentes zumbando, neveras llenas, un anuncio de Krispy Kreme a 9.99 u.s.d por la docena. Por la puerta entran Carlos Vázquez —Rikimbili—, “El Nene” y Jorge Díaz. Riki avanza con su “caminao característico”, el mismo que anuncia como quien baja telón: “rompiendo montes y ciudades”, listo para una cátedra instantánea. Tema: inglés práctico aplicado a la vida real. Objetivo: “comprar cigarro”.

Jorge encuadra con el móvil, El Nene afila la broma desde un costado y el maestro busca efectivo en la riñonera. Jorge le pide que hable con el dependiente. “Comunícate”, le suelta el Nene. Tras un amago de negarse, Rikimbili toma la palabra con la naturalidad de quien domina un idioma… propio. He need cigars… pero uno en específico: Popular. Y así se lo pide al empleado: “Popular, Cuba”. Jorge intenta bajarle el tono al relajo y explicar solemnemente lo que su amigo quiere.

Cada sílaba de Riki es un remate. El dependiente parpadea, El Nene muerde la risa y Jorge suelta el primer jadeo. En medio minuto, Rikimbili monta un sketch sin utilería ni guion, guiado por su brújula habitual: convertir el disparate en herramienta más precisa que una gramática.

No engaña a nadie con su inglés: busca algo más ambicioso, ponernos de acuerdo en la bobería compartida. Si no lo entienden, se inventa un verbo; si no existe, lo inaugura. “Popular, Cuba, Tiene”, repite. Solo le faltó el “Mi socio”. Advertido por Jorge Díaz de lo que quería, el dependiente responde que no lo tiene, que le gustaría tenerlo, y que tampoco dispone de otro, más “popular” allí: Camel.

Las carcajadas dejan de ser risa para ser convenio: todo el local termina cursando “Rikenglish 702” (o “Rikenglish 725”). Su “yea-yea-yea” cuando oye “popular” funciona como conector universal; el sustantivo se vuelve adjetivo y la risa, pública.

La gracia no es solo fonética: es la estampa de un humorista que perfeccionó el truco en tablas y estudios, desde los tiempos de “Chivichana” con Ulises Toirac, donde aprendimos que no hay tregua contra la solemnidad si Riki anda suelto. El video, grabado por Jorge Díaz —para que “Rimimbili” no lo niegue luego—, recuerda que en humor el acento no se aprende: se vive. Por eso los comentarios estallan con esa malicia compartida.

Bajo el relajo asoma otra capa: la crónica del emigrante de gira, el cubano que tantea el inglés con la misma irreverencia con que probó chistes en Coppelia, en el Karl Marx, en un solar, en un taller o en la televisión. Por eso funciona en Las Vegas: el humor como salvoconducto entre tres jodedores cubanos.

El episodio dura menos de un minuto y, suponemos, Rikimbili sale como entró, “rompiendo montes y ciudades”, dejando a un dependiente estupefacto. ¡Solo le faltaba la bandana roja!

Al final, el “cigarro popular” no era el pedido: era el pretexto para el chiste. En el fondo, sabían que ni en Las Vegas, donde hay de todo, lo encontrarían. Lo verdaderamente popular fue la complicidad instantánea en aquella gasolinera —breve, barata, perfecta— donde el inglés de Rikimbili dijo más que cualquier disertación.


Recomendado para ti

Tambien te puede interesar