Buquenques en Cuba: la extorsión callejera que controla el transporte privado a plena luz del día
Redacción de CubitaNOW ~ lunes 11 de agosto de 2025

En Cuba existe un oficio que no aparece en ninguna guía turística ni en el marco legal: el de los buquenques. No son taxistas, pero controlan quién sube, a dónde va y cuánto paga. Actúan como intermediarios —o, en muchos casos, como dueños de un territorio— en paradas y zonas de alto tránsito como el Parque de la Fraternidad o los paraderos de Playa.
Su función oficial es inexistente, pero su influencia es real: organizan la recogida de pasajeros, negocian precios y, cuando alguien no coopera, recurren a la intimidación. El internauta Mario Garbayo Otaño describió recientemente cómo estos intermediarios “obligan a los choferes, mediante amenazas, groserías y gestos violentos, a cargar o no cargar pasajeros si no pagan un ‘derecho’ impuesto de 50 a 100 pesos”.
Los relatos en redes incluyen escenas de choferes hostigados, pasajeros forzados a bajarse para usar carros privados y tarifas infladas hasta 450 o 500 CUP por el tramo Habana–La Lisa. Todo ocurre a plena luz del día y se intensifica en horario nocturno, señal de que no se trata de incidentes aislados, sino de una práctica normalizada.
El problema va más allá del precio: se privatiza de facto el espacio público, se militariza la economía informal y las autoridades no aparecen. “¿Dónde están las autoridades… que no actúan sobre estas situaciones?”, cuestiona Garbayo.
Especialistas y usuarios coinciden en que la solución requiere acciones coordinadas y sostenidas: presencia real de inspectores de transporte y policía en puntos conflictivos, creación de canales de denuncia seguros y efectivos, y un seguimiento riguroso de cada caso.
Pero también se apunta a una raíz más profunda: la precariedad económica. Muchos buquenques llegan a esta actividad por falta de alternativas laborales, aunque eso no justifica el uso de la violencia.
Mientras tanto, la presión ciudadana y la visibilidad mediática se consolidan como las principales armas para frenar la expansión de estas prácticas. La pregunta final de Garbayo resuena como advertencia: “¿Será que la delincuencia se siente ya segura gobernando nuestras calles ante la ausencia de una autoridad pública que se haga respetar?”