Este domingo, La Habana amaneció sumida en un escenario caótico y desolador. Las fuertes y persistentes lluvias que azotaron la ciudad el sábado han dejado un rastro de destrucción y desesperación. Las inundaciones no solo anegaron calles y viviendas, sino que también arrastraron toneladas de basura acumulada, agravando una situación sanitaria ya de por sí precaria.

La acumulación de basura en cada esquina y avenida de la capital cubana ha sido durante mucho tiempo un problema persistente, contribuyendo a la propagación de epidemias, enfermedades de la piel y el mal olor. Con las recientes lluvias, estas condiciones se han exacerbado, arrastrando desechos y contaminantes por toda la ciudad. Imágenes compartidas en redes sociales muestran a los habaneros deambulando y, en algunos casos, jugando en aguas de lluvia mezcladas con aguas residuales y basura contaminada, un testimonio del estado desesperado de la ciudad.

La situación se torna aún más preocupante con el paso de las horas. Las alcantarillas, ya saturadas, siguen tupidas, y con la llegada del calor y el sol, se anticipa un aumento en la proliferación de moscas y otros vectores de enfermedades. Las viviendas, muchas de ellas en peligro de derrumbe, enfrentan ahora una amenaza adicional con las condiciones insalubres que empeoran día a día.

Mientras tanto, los responsables de la gestión de la ciudad permanecen en silencio. Los máximos dirigentes, según denuncias, se encuentran seguros y resguardados en sus mansiones en el oeste de la capital, lejos de las zonas más afectadas. Estas residencias están equipadas con todas las comodidades necesarias para enfrentar la tormenta, mientras el pueblo enfrenta las penurias de una ciudad en colapso.

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