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La Habana de hoy: entre la resistencia de los barrios y los bloques impuestos

Redacción de CubitaNOW ~ sábado 4 de octubre de 2025

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La Habana siempre se pensó y se vivió en plural. Los quince municipios que la conforman no eran simples divisiones administrativas: eran barrios, pertenencias, orgullos heredados de generación en generación. Decir “soy de Marianao” o “vivo en Guanabacoa” no era solo una ubicación geográfica, sino un sello cultural, una forma de reconocimiento dentro de una ciudad compleja y mestiza.

Sin embargo, en medio de la crisis energética, la narrativa de pertenencia se está transformando. Hoy, en las conversaciones cotidianas, en las colas y en los apagones, se escucha cada vez más un nuevo lenguaje que nada tiene que ver con la historia ni con la memoria urbana: “soy del bloque 1”, “a nosotros nos toca el bloque 6”, “ayer fue el turno del bloque 5”. La identidad habanera, que durante décadas se construyó alrededor de sus municipios, comienza a ser reemplazada por una geografía impuesta desde la necesidad de administrar la oscuridad.

El gobierno ha fragmentado la ciudad en bloques energéticos para organizar los apagones programados, un mecanismo que en la práctica se ha convertido en la nueva cartografía de la capital. Lo que antes eran límites municipales hoy se borra con un mapa funcional que reduce a millones de habaneros a una sigla energética. Esta división opera como un disciplinamiento social: no se habla ya de un barrio con sus costumbres, sino de un bloque con su cuota de apagón.

La vida cotidiana se ajusta a esa lógica. El vecino organiza su jornada de trabajo o estudio en función del horario de su bloque; los comercios informales se mueven según dónde hay luz y dónde no; las familias coordinan llamadas, visitas o celebraciones considerando qué bloque tiene electricidad en ese momento. En ese escenario, la identidad barrial se va diluyendo para dar paso a una identidad utilitaria, marcada por la crisis.

Lo más inquietante es que este fenómeno, nacido de la emergencia, empieza a naturalizarse. Lo que en principio fue una imposición temporal, ahora se vuelve parte del habla y del imaginario popular. Los municipios, con sus historias, sus equipos de béisbol, sus fiestas y sus leyendas, corren el riesgo de quedar sepultados bajo el frío esquema de la administración de la penuria.

Pero hay un detalle que el poder no puede borrar: cuando la gente protesta, no lo hace como bloque 3 o bloque 7, sino como barrio. Los que se atravesaron en Jesús María para impedir el paso de los autos eran vecinos que defendían su calle. Los que hicieron sonar las cazuelas eran los de Los Sitios. En la rabia y en la resistencia aflora el origen verdadero, ese sello que ninguna estrategia de control puede eliminar.

Esa es la paradoja de La Habana actual: el gobierno intenta uniformar, reducir, quitar identidad; pero la identidad barrial se convierte en la raíz de cualquier expresión de inconformidad. Y esa memoria colectiva, que se transmite de esquina en esquina, de solar en solar, sigue siendo el verdadero mapa de la ciudad.

La pregunta final no es solo si los habaneros aceptarán ser “del bloque 5” o “del bloque 6”, sino cuánto tiempo podrá el poder sostener una ficción administrativa que choca contra la fuerza histórica de los barrios. Porque cuando La Habana despierte, no será en bloques: será en Marianao, en Guanabacoa, en Arroyo Naranjo, en Jesús María, en Los Sitios… en esa ciudad viva que aún se resiste a ser borrada.


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