Julio Lobo, millonario cubano que lo perdió todo gracias a la Revolución
Redacción de CubitaNOW ~ sábado 28 de junio de 2025

El 6 de agosto de 1946, el poderoso magnate cubano Julio Lobo, conocido como el Zar del Azúcar, sufrió un atentado que casi le costó la vida. Aquel día, tras cerrar un lucrativo negocio con la compra mayoritaria del central Caracas S.A. en Santa Isabel de Las Lajas, Lobo regresaba a su residencia en 5ta Avenida, en Miramar, cuando desde otro automóvil en marcha, le dispararon tres veces: dos balas impactaron en su cabeza, una en su pierna y otra dañó su médula espinal. Aunque nunca se hallaron pruebas concluyentes, se sospechó que el atentado fue motivado por intereses relacionados con sus negocios.
Por decisión de su familia, Lobo fue ingresado en el Hospital Anglo-Americano, en El Vedado, donde el equipo médico que lo atendió realizó una intervención quirúrgica que se convertiría en una hazaña médica internacional. El neurocirujano Carlos M. Ramírez Corría, considerado uno de los diez mejores cirujanos del mundo en su época, lideró la operación. Junto a él, el cardiólogo Antonio Rodríguez Díaz y los anestesiólogos Servando Fernández Reboull y Hilario Anido, quienes realizaron la delicada operación que permitió salvar la vida de Lobo. El Dr. Ramírez Corría tuvo que usar su propia lengua para extraer las astillas de hueso del cerebro de Lobo, debido a la falta de instrumentos adecuados en aquel entonces. Aunque el pronóstico era reservado, la cirugía fue un éxito, y Lobo no solo sobrevivió, sino que quedó casi sin secuelas.
El fisioterapeuta Arturo Pferrer, en su gimnasio de El Vedado, también jugó un papel crucial en la recuperación de Lobo, invirtiendo seis meses para revertir la parálisis en el lado derecho de su cuerpo, dejando solo una leve cojera como secuela.
El caso no solo aumentó el prestigio de la medicina cubana, sino que también reveló el carácter tacaño de Lobo. A pesar de ser uno de los hombres más ricos del país, se negó a pagar las sumas solicitadas por los médicos, ajustando los honorarios a cantidades mucho menores, lo que causó el desagrado de algunos profesionales. El mismo Lobo solía bromear: “Solo soy millonario de glóbulos rojos”.
Catorce años después, en 1960, Lobo sería víctima de un atentado económico. Ernesto “Che” Guevara, presidente del Banco Nacional de Cuba, lo citó de madrugada para informarle que el gobierno confiscaba todos sus bienes. Aunque Guevara le ofreció continuar como administrador de sus centrales, cobrando un salario, Lobo rechazó la oferta con cortesía, pronosticando que ese era “el fin”. Con documentos en mano, se preparó para salir del país y, pocos días después, se exilió en España.
El gobierno cubano confiscaría todos sus bienes: su valiosa colección de arte, objetos relacionados con Napoleón Bonaparte, su biblioteca sobre la industria azucarera y su mansión en Cuba. Lobo vivió en España hasta su muerte en 1984, a los 84 años. Sus cenizas fueron traídas a Cuba y esparcidas en lugares significativos para su familia.
Tras su fallecimiento, sus descendientes se enfrentaron por las propiedades fuera de Cuba, lo que incluyó viajes frecuentes de su hija a la isla, provocando críticas desde el exilio. En una carta escrita a su exesposa en sus últimos años, Julio Lobo reflexionó sobre su vida y fortuna, confesando: “Me siento mucho más feliz sin nada, que cuando tenía la fortuna más grande de Cuba. El dinero es una invención diabólica que enfrenta a padres contra hijos, a hermanos contra hermanos y a amigos contra amigos”.