Descarga gratis nuestra App

Jorge Fernández Era cuenta su experiencia en el calabozo

Redacción de CubitaNOW ~ martes 20 de junio de 2023

Article feature image

El régimen cubano detuvo recientemente al escritor Jorge Fernández Era. El intelectual compartió un texto en sus redes sociales en el que describe todo lo vivido en el calabozo, donde compartió con varios de los que se encontraban ese día detenidos.

A Fernández Era lo detuvieron este domingo, Día de los Padres, en el Parque central en La Habana. Las autoridades lo amenazaron diciéndole que si seguía saliendo de su casa terminaría preso.

Su relato muestra, una vez más, la represión ejercida en Cuba contra quienes disienten o cuestional al régimen.

A continuación compartimos el texto del intelectual cubano:

EN BLANCO

Ayer, domingo 18 de junio, salí de casa rayando las 8:15 a.m. Suelo colocar mi columna humorística a las 8:00. No faltar a la tradición me costó correr por ahí pallá.

Fui a pie desde Santos Suárez hasta el Parque Central. A metros de toparme con el Mercado de Cuatro Caminos apareció un A60, como es tradición ante un transporte que A60 años es uno de nuestros grandes logros. Arriba de él me acordé del papel en blanco que exhibiría en mi protesta pacífica y que fue idea —anótenle la innovación— de Alina Bárbara. Tenerlo por una hora en las manos diría muy poco de mi ciencia. Me bajé en la otra parada, anduve Monte arriba, y compré un paquete de agujas en un negocio privado.

Arribé al Parque de la Fraternidad con tiempo para adosar el papel blanco al pulóver negro que llevaba puesto. A las nueve estaba frente al Apóstol. Lo reverencié. Apareció un individuo —no se pierdan las fotos— que me conminó a que lo acompañara. Discutimos. De dónde saca la Seguridad que uno debe acompañar a un tipo que no se identifica ni da crédito al lugar al que pretende llevarte. En su auxilio vino un policía. No soy tan burro como para resistirme a la invitación de dos personas, hay varios restaurantes cerca.

Lo del almuerzo quedó descartado cuando divisé el carro patrullero. Frente a él, el uniformado revisó la mochila. «¿Por qué trae cepillo, pasta de diente, máquina de afeitar, toalla y jabón?». Vaya pregunta. Al baño se sumaron otros miembros del DSE. Uno ordenó al policía 40305 me colocara las esposas, es lo que se hace cuando el detenido es peligroso. Me las puso atrás, para que viajara el corto trayecto hacia la Unidad de Zulueta, junto a él y a 40135, de la manera más incómoda.

Un crápula no se baja en un lugar así repartiendo felicitaciones por el Día de los Padres. Fue una de mis debilidades. Menos mal que mis compañeros de celda no me oyeron. En la recepción, el oficial de guardia le aclaró a sus colegas que yo estaba allí por opositor. Mientras llenaba el conduce que no firmé, como tampoco hice con cuanto papel impreso me pusieron delante, me divirtió oír una conversación telefónica en que del lado de allá un socio invitaba a una fiesta, sacrificio de puerco incluido, y se quejaba de que un cabrón policía le había incautado un cargamento de pescado en algún punto de la costa. El reprimido ataque de risa fue poco al lado del que contuve cuando el seguroso que me casó con dos esposas indagó por el «cartel» que llevaba en el pulóver. Me lo había quitado, el sudor lo hizo mierda. Se lo entregué hecho pulpa. Se la llevó triunfante como prueba incuestionable de mi «delito». Pobre de mí: a falta de un papel en blanco, me había «alfilereado» tres.

El hospedaje no estuvo mal. El amplio calabozo de 4,80 x 2,80 x 3,00 metros de altura tenía aparte un baño de 1,20 x 1,30 con inodoro. No me dejaron pasar cinta métrica, las losas de granito de 30 x 30 hicieron sencillo el cálculo. Solamente se me permitió entrar un pomo de agua, una caja de cigarro y una fosforera.

En las cuatro filas de bancos estuvieron «faquireados» dos jóvenes de 17 y 19 años, quienes propinaron machetazo en moroco en una riña tumultuaria; un señor de 68 años que ignoraba que a un costado del teatro Martí se halla una estación de la PNR, y propuso a voz en cuello varios blíster de medicinas; uno que circuló en una moto sin licencia de conducción; otro que con ella, y manejando un P7, proyectó el ómnibus sobre algo o alguien; dos mocetes que armaron lo suyo en alguna parte sin hemoglobina por medio; y un señor mayor que le cayó a pescozones a su hija por pretender quitarle la casa. Ah, y «El Opositor».

Coincidente con la respuesta a las razones de mi detención —no dije otra cosa que la que afirmaron mis captores—, llegó un oficial que preguntó uno por uno por qué estábamos allí. Era más fácil averiguarlo en carpeta. Tras el cumplido, el del machetazo preguntó al guardia: «Mayor: ¿qué es un opositor?». Curiosa la respuesta del graduado en el Instituto del Minint: «Un opositor es alguien que está contra el Gobierno, pero puede serlo también una persona que no está de acuerdo con las cosas que pasan». Quizás se refiriera, digo yo, a los miles de casi niños que están presos aún por los sucesos del 11 de julio de 2021.

A las once y un poquito me trasladaron hacia una oficina donde dos policías me echaron un sermón por violar la prisión domiciliaria e impusieron otra acta de advertencia que decía lo mismito de la que leyó el miércoles la teniente coronel Kenia. Al paso que voy, en poco más de una decena me indicarán que a la vigésima vez que escape no van a tener más remedio que meterme preso. Me conminaron a ponerme los cordones y el cinto, se llenaba ya mi carta de libertad. Pero volvió al que le privan las esposas y ordenó regresarme al calabozo. «Tenemos otra determinación respecto a él».

De vuelta a la habitación, el de las medicinas y recetas ni cuenta se dio de mi regreso. En su desesperanza, no paró de caminar el perímetro de los trece metros cuadrados. Minutos después me conmovió. Agarró los barrotes y se dirigió al oficial de guardia: «¡¿Qué hicieron con el opositor?! ¡Es mi amigo, coño!».

Con todos los allí presentes conversé muchísimo y estreché lazos. Uno puede ser más delincuente que ellos, pero darse cuenta de que son víctimas además de victimarios es una de las enseñanzas que se coligen de un encuentro cercano como ese.

De la causa real del «repite y pon camarón» me enteré después. Laide armó barullo por la detención de Leonardo Romero Negrín y su mamá, quienes acudieron a interesarse por mí. Al oficial jefe de la encerrona —tras sus espejuelos hay 23 años, el servicio social se cumple donde quiera— no tuvo lo que hay que tener —tiempo— para interrogarme, pero sí —le gustan las esposas también— lo hizo a mi cónyuge, quien se negó rotundamente a la propuesta de abrir un «canal de comunicación» entre ambos. Similar proyecto tuvo Fulgencio Batista en 1954, pero entre las bahías de Cárdenas y de Cochinos. Cochinos: esa es la palabra.

Me liberaron a las 12:48 p.m. Podían llegar más personas a interesarse por el tarambana ese. Casi al unísono, la Seguridad del Estado hacía otro tanto con mi amiga en la Atenas de Cuba.

Una jornada más en que se fueron en blanco, más en blanco que los papeles que portábamos Alina y yo sobre el alma nuestra y de la nación


Recomendado para ti

Tambien te puede interesar