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Diario El País: Las “cadenas de favores” que mantienen a los cubanos a flote ante el abandono estatal

Redacción de CubitaNOW ~ jueves 17 de abril de 2025

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Un reciente artículo publicado por El País, uno de los diarios más influyentes de España, ha puesto el foco sobre una de las caras más crudas de la realidad cubana: la creciente red de ayuda entre ciudadanos, nacida del colapso institucional y el abandono del Estado. En un país donde el hambre, la miseria y la falta de acceso a servicios básicos se han vuelto parte del día a día, la supervivencia depende ahora más de la empatía vecinal que de las instituciones gubernamentales.

La pieza retrata con fuerza la historia de Vicente Borrero, un hombre de 77 años, discapacitado de nacimiento, que vivía en condiciones infrahumanas en Jicotea, un poblado de Santiago de Cuba. Durante años esperó sin éxito el auxilio de las autoridades. Fue gracias a la intervención de ciudadanos comunes, movilizados a través de redes sociales, que finalmente pudo acceder a una casa digna, con techo de cemento y elementos básicos que nunca antes había tenido.

El responsable de esta ayuda fue Guillermo Rodríguez, un periodista de Ciego de Ávila que desde hace años organiza campañas solidarias para comprar viviendas a personas sin hogar. Su labor es parte de una especie de “cadena de favores” que ha surgido de manera espontánea en toda Cuba, donde quienes pueden aportar lo hacen y donde quien recibe ayuda también busca, a su vez, retribuir con lo que tiene.

En una isla con un déficit habitacional que ronda el millón de viviendas, según datos no oficiales, estas acciones ciudadanas suplen lo que el Estado ha dejado de hacer. Las cifras oficiales reconocen 862.000 viviendas en falta, pero la realidad parece aún más severa. La miseria y el abandono son tan profundos que muchos cubanos no esperan ya nada de las autoridades. En vez de eso, recurren a plataformas digitales, donaciones entre vecinos y solidaridad internacional para sortear el hambre, la enfermedad y la desesperanza.

Rodríguez ha logrado levantar casas para ancianos solitarios, padres solteros con hijos pequeños, y enfermos que no tienen dónde dormir. En paralelo, ayuda a conseguir medicamentos, utensilios de cocina, colchones, y cualquier artículo básico. Cada acción genera una reacción: quien recibe, se ofrece luego a ayudar a otros, ya sea con una pastilla, un pedazo de pan o el simple gesto de trasladar una donación.

“En Cuba, solo el vecino puede ayudar al vecino”, afirma Rodríguez. Y ese principio se ha convertido en la norma para miles de familias que sobreviven al margen de un Estado incapaz de cumplir sus responsabilidades más elementales.

Las cifras de pobreza son alarmantes. Estimaciones no oficiales señalan que el 89% de las familias en Cuba viven en condiciones de extrema precariedad. A esto se suma una inflación que rozó el 25% en 2024, una industria turística deprimida, y un sector privado permanentemente asfixiado por el control gubernamental. Las remesas, los negocios particulares y estas redes de apoyo espontáneo han pasado a ser una alternativa para millones de cubanos.

Uno de los espacios más activos de esta solidaridad es el grupo de WhatsApp Manos a la obra, donde los miembros intercambian medicamentos, alimentos y ayudas puntuales para quienes enfrentan situaciones críticas. Más de 460 medicamentos están en falta en la red estatal de farmacias, lo que ha obligado a las familias a buscar soluciones por su cuenta o lanzar campañas de recaudación en plataformas como GoFundMe para tratamientos o traslados urgentes fuera del país.

Yamilka Lafita, historiadora del arte y activista, ha participado en muchas de estas campañas. Ha ayudado a niños enfermos a salir de Cuba para recibir tratamiento en hospitales de España y Estados Unidos. “Cada vez que alguien dona, no solo está salvando una vida, está denunciando un sistema que ha dejado de funcionar”, dice Lafita. “Mis ayudas no son curitas para la dictadura, son gritos de auxilio contra un sistema que no tiene cómo atender a su gente”.

La situación, comparada por muchos con el llamado Período Especial, parece incluso más grave. No solo por la escasez, sino por la falta de esperanza. Entre 2021 y 2024, casi dos millones de cubanos han emigrado. Mientras tanto, crece el número de personas que duermen en las calles, muchas de ellas sin apoyo ni familia. Las cifras oficiales reportan apenas 3.690 personas “con conducta deambulante”, pero todo apunta a una cifra muy superior.

Uno de los rostros más visibles de la respuesta ciudadana a la miseria es José Daniel Ferrer, líder político opositor que, tras ser excarcelado este año, ha dedicado sus días a repartir comida en Santiago de Cuba. Con donaciones que recibe del exterior, su familia ha llegado a distribuir hasta mil comidas calientes en una sola tarde.

Para Ferrer, la diferencia entre la actual crisis y la de los años 90 es clara: “En el Período Especial no había nada, ni con dinero. Hoy, si tienes dólares, comes. Pero el que vive de una pensión de mil pesos muere de hambre. Lo que vivimos ahora es más cruel”.

A esta Cuba desigual se le suman los “nuevos ricos”, figuras con acceso a divisas y conexiones, que exhiben lujos impensables hace unos años. En contraste, la mayoría sobrevive entre apagones diarios, falta de agua potable y carencias médicas extremas. La respuesta estatal ha sido, principalmente, represión. Los recursos se destinan más a controlar que a alimentar o sanar.

El gobierno, en lugar de asumir sus responsabilidades, sigue apostando a alianzas con potencias como Rusia, esperando un rescate económico que no llega. “El modelo económico cubano está estancado en la Guerra Fría”, señala Ricardo Torres, economista y ex investigador del Centro de Estudios de la Economía Cubana. “Ni Rusia ni China van a salvar a Cuba si no hay reformas internas profundas”.

Más de seis décadas después del triunfo de la Revolución, la población cubana se sostiene en gran medida gracias a sí misma. El reportaje de El País pone en blanco y negro una verdad que muchos dentro de la isla viven a diario: en Cuba, el Estado ya no está, y el futuro —si acaso existe— está en las manos de los propios cubanos.

(Con información de El País)


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