Fernando Borrego Linares, mejor conocido como Polo Montañez, nació el 5 de junio de 1955 en El Brujito, un paraje rural del municipio de Candelaria, en la actual provincia de Artemisa. Hijo de Julio y Lucrecia, creció en un contexto modesto y profundamente vinculado a la vida campesina, mudándose constantemente junto a su familia por las serranías pinareñas, en busca de zonas propicias para la producción de carbón vegetal.

Durante su juventud vivió en lugares como la Cañada del Infierno, Casa Blanca y la Finca del Cusco, hasta que finalmente se asentó, en 1972, en la comunidad de Las Terrazas. Ese entorno natural marcó profundamente su sensibilidad artística. Influenciado por los sonidos del monte y carente de formación musical académica, Polo fue forjando un estilo propio, auténtico y profundamente emotivo, que combinaba lo rural con lo poético.

Inició su trayectoria musical presentándose en centros turísticos de la zona como el Hotel Moka, Rancho Curujey y el Cafetal Buenavista. Fue en una de esas actuaciones donde llamó la atención de un productor discográfico, quien le ofreció grabar varios discos. Su álbum debut, Guajiro Natural, fue un fenómeno inesperado, alcanzando un éxito extraordinario especialmente en Colombia, donde superó las 40.000 copias vendidas y recibió discos de Oro y Platino. El tema “Un montón de estrellas” lo catapultó a la fama en 2001, colocándolo en los primeros lugares de las listas radiales en Cuba, América Latina y Europa Occidental.

Su carrera fue breve pero fulgurante. Polo falleció trágicamente en un accidente de tránsito el 26 de noviembre de 2002, con apenas 47 años. En torno a su figura creció una leyenda alimentada por su historia de vida, su espontaneidad creativa y su conexión profunda con el pueblo. Muchos aseguran que Polo había “predicho” su ascenso meteórico y su destino prematuro.

Desde la escena internacional, artistas como Marc Anthony, Gilberto Santa Rosa y Willie Colón han expresado su admiración por el cantautor cubano. Marc Anthony, en particular, quedó profundamente conmovido por “Flor Pálida”, canción que decidió versionar y presentar en un videoclip dirigido por el realizador cubano Alejandro Pérez, también responsable del exitoso video de “Bailando”.

El despegue internacional de Polo Montañez tuvo un factor determinante: la intervención del sello Lusáfrica, liderado por José Da Silva. En un contexto marcado por las limitaciones del sistema fonográfico cubano y los obstáculos del embargo, “casi de forma unánime la única vía para tales fines es que sellos internacionales, colaboren o accedan directamente a nuestros catálogos”. Fue la productora Maruchi Guerrero, entonces representante de Lusáfrica en Cuba, quien apostó por el talento del “guajiro natural” y trazó la estrategia discográfica y promocional que lo llevaría a los escenarios del mundo.

Aunque algunos podrían ver paralelismos con el fenómeno del Buena Vista Social Club, impulsado en 1997 por Nick Gold, lo cierto es que “aunque coincidan maneras y procederes propios de la industria, estos difieren en cuanto a conceptos, mercados, alcances y narrativas”. Y si bien ambas experiencias demostraron el valor comercial y cultural de la música cubana, comparar sus trayectorias implicaría desconocer la naturaleza única de cada una.

La obra de Polo sigue generando frutos. Su grupo acompañante, que adoptó el nombre de Polo Montañez tras su fallecimiento, ha recopilado parte de su repertorio inédito. De esta labor surgió el álbum Joyas del Guajiro (Lusáfrica/Bis Music, 2024), con diez canciones compuestas por él entre 1999 y 2002.

A pesar de que su música ha sido celebrada fuera de la Isla, “le seguimos debiendo versionar sus canciones en otras zonas de la interpretación a nivel nacional”, una deuda que persiste en la escena cubana. No obstante, Polo Montañez continúa siendo un símbolo de autenticidad, un referente esencial en el panorama musical del país, y un recordatorio de que el talento genuino puede emerger desde los lugares más sencillos para conquistar al mundo.

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