Una turista rusa expresó su profunda decepción tras vacacionar en un hotel de Cayo Coco, uno de los principales destinos de sol y playa en el norte de Cuba. "Hay mucha comida, pero nada para comer", lamentó la visitante, cuyo testimonio fue recogido por el medio ruso Hibiny, en una crítica que se suma a otras valoraciones negativas de viajeros provenientes de Rusia.

La mujer, cuya identidad no fue revelada, contrató un paquete de 14 días por 400.000 rublos (algo más de 5.000 dólares) para hospedarse en el hotel Meliá Jardines del Rey, un establecimiento todo incluido de cinco estrellas operado por la cadena española. Sin embargo, desde su llegada experimentó contratiempos: "Un gran número de turistas esperaban en la fila del control de pasaportes en una habitación estrecha y sofocante, donde no había ni rastro de aire acondicionado", relató.

Ya en su habitación, las condiciones estuvieron lejos del estándar esperado. La turista se quejó de que "una nevera no funcionaba y había ropa de cama sucia. Las toallas también dejaban mucho que desear". La experiencia gastronómica tampoco cumplió sus expectativas: "La comida era decepcionante. A simple vista hay mucha comida, pero en realidad no hay nada que comer. Al mismo tiempo, ni siquiera hay suficientes servilletas", apuntó, añadiendo que aunque había frutas, "se agotan rápidamente".

Otro punto que generó molestia fue el cobro extra por las actividades recreativas incluidas en el paquete vacacional. Según denunció, "se pidió a todos los visitantes que pagaran cinco dólares por cualquier evento", a pesar de que estos debían estar cubiertos por la tarifa del todo incluido. No obstante, la turista reconoció haber disfrutado de las playas del cayo.

Este no es un caso aislado. En enero de 2025, Hibiny publicó otras crónicas de viajeros rusos que reflejan impresiones similares sobre el estado actual del turismo en Cuba. Algunos blogueros describieron el contraste entre la oferta turística y la vida cotidiana en la isla: "Las elegantes fachadas de la Cuba turística ocultan la verdadera pobreza de la población local. Lo primero que viene a la mente al observar tal estratificación es el viejo cliché soviético: 'país de contrastes'", comentaron.

También señalaron la paradoja de poder acceder con facilidad a productos como ron o tabacos, mientras resulta complicado encontrar "un vaso de leche o una docena de huevos". Mencionaron la coexistencia de viejos autos soviéticos, como los Zhiguli, con "lujosos convertibles fabricados en los Estados Unidos". Un ejemplo más de las contradicciones fue relatado por la turista Natalia, quien pagó menos de un dólar por una piña colada en la playa, pero "no pudo comprar el agua más simple".

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