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Laura María Gil es criticada por doctor Ramón Muñoz: 'Sorprende su inmoralidad, su lógico desprecio hacia el pueblo cubano'

Redacción de CubitaNOW ~ viernes 7 de noviembre de 2025

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En los últimos días, las redes sociales han sido un hervidero de opiniones tras conocerse que Laura María Gil González, hija del exministro Alejandro Gil Fernández, ha solicitado clemencia por su padre, condenado por corrupción y otros delitos en Cuba. La figura de Laura ha generado un intenso debate que enfrenta la comprensión filial con la indignación pública por los privilegios de la élite gobernante.

El doctor cubano radicado en Europa Ramón Muñoz Yáñez le dedicó un contundente artículo a Laura María Gil González, hija del exministro castrista Alejandro Gil Fernández, hoy defenestrado y condenado por corrupción.

En su texto, no se guarda palabras al denunciar la doble moral y la desvergüenza de quienes, aun después de gozar los privilegios del poder, pretenden ahora reclamar clemencia para sus familiares mientras siguen justificando las miserias del sistema que arruinó a millones de cubanos.

“Sorprende su inmoralidad, su lógico desprecio hacia el pueblo cubano, que alcanza niveles olímpicos al pasar por alto el sufrimiento de seis décadas, casi al mismo nivel de su tía Victoria Gil…”, escribe el autor.

El artículo resalta las contradicciones de una élite que vivió entre lujos, viajes y abundancia, mientras el pueblo cubano enfrentaba apagones, hambre y represión.

“Mientras usted vivía como una infanta real en Inglaterra o Moscú, nuestros jóvenes se ahogaban en el Estrecho de La Florida buscando libertad…”, sentencia Muñoz Yáñez.

Desde su perspectiva, Laura Gil representa el cinismo de una generación heredera de la dictadura, que pretende ahora lavar la imagen de sus padres y familiares con discursos vacíos y apelaciones tardías a la “transparencia”.

“Usted personaliza la falacia moral de los herederos de la dictadura y exige transparencia… Usted es un cachorro de hiena”, concluye el autor con crudeza.

Indiscutiblemente, el texto de Ramón Muñoz ha despertado polémica en redes sociales. Para muchos usuarios, la defensa de Laura no justifica los años de beneficios que la familia Gil disfrutó mientras la población enfrentaba carencias y represión.

Comentarios como los de Joselyn López y Dayron Ávila Labasto recalcan que los lujos vividos por su familia contrastan con la vida del cubano promedio, marcado por apagones, escasez de alimentos y limitaciones constantes.

Otros, como Patricia Castillo González, recuerdan que estas generaciones crecieron acostumbradas a la vida de élite, sin comprender la realidad del pueblo.

Sin embargo, hay voces que buscan separar la acción de la hija del historial del padre. Tamara Moya y Yolanda De Mesa Reyes apuntan que, más allá de la política, Laura actúa como hija y como ser humano preocupado por la situación de su padre. Este enfoque plantea la dicotomía entre el deber familiar y la responsabilidad moral frente a una historia de corrupción y desigualdad.

Usuarios como Raspberry Shake y Enrique Rodríguez señalan que el problema no termina con los Gil: la raíz de la corrupción y la opresión permanece en la estructura del régimen cubano. La sensación generalizada es que la justicia debe aplicarse de manera integral, no selectiva, y que muchos otros miembros de la élite eventualmente enfrentarán consecuencias similares.

En este contexto, Laura se convierte en el símbolo de una generación que intenta limpiar la imagen de sus familiares mientras permanece vinculada a los mismos privilegios y sistemas que afectaron a millones. Sus acciones, aunque comprensibles desde la perspectiva filial, no han logrado evitar la crítica masiva de quienes ven en su defensa un intento de minimizar la responsabilidad histórica de su familia.

El caso de Laura María Gil González evidencia cómo la historia de las élites cubanas sigue generando debates acalorados, mezclando justicia, moralidad y relaciones familiares en un escenario donde cada acción se observa bajo la lupa de un pueblo que aún lucha por reconocimiento y equidad.

Fuente: La Tijera


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