El prisionero político cubano Félix Navarro Rodríguez, quien cumplió este 10 de julio 72 años de edad, se mantiene encerrado en la cárcel de Agüica, Matanzas, en medio de un grave deterioro de salud, sin acceso regular a atención médica ni a la llamada telefónica que legalmente le corresponde.

Su esposa Sonia Álvarez Campillo denunció en redes sociales que el opositor fue trasladado a La Habana el pasado 30 de junio para exámenes médicos, pero no se ha informado del resultado. “Responsabilizo a la Seguridad del Estado por lo que le pase”, afirmó.

Navarro fue condenado a nueve años de prisión por su participación en las protestas del 11 de julio de 2021, acusado de “atentado” y “desórdenes públicos”. En enero de 2025 fue liberado tras gestiones del Vaticano, pero sin explicación legal fue devuelto a prisión el 29 de abril, apenas tres meses después.

“La injustificada reencarcelación de Félix Navarro representa un patrón de castigo político sistemático que no solo vulnera sus derechos humanos, sino que lo pone en peligro de muerte”, denunció Cubalex.

La organización señala que desde inicios de junio, Navarro presenta síntomas respiratorios, pérdida alarmante de peso y faringitis. Médicos del hospital de Colón recetaron antibióticos típicos en casos de tuberculosis, lo que genera fundadas sospechas sobre una posible exposición deliberada a enfermedades infecciosas dentro de la prisión.

Sus familiares también reportan que ha sido recluido junto a pacientes con síntomas compatibles con tuberculosis, sin aislamiento ni protección, lo cual eleva los riesgos sanitarios para un hombre de su edad y condición física debilitada. Además, denuncian que no se le ha permitido recibir los alimentos que su familia le ha enviado, agravando su estado nutricional y de salud general.

En su cumpleaños 72, organizaciones de derechos humanos y voces de la sociedad civil han reiterado el llamado urgente a su liberación inmediata. “Libertad para Félix y para todos los presos políticos. ¡Patria y Vida!”, escribió su esposa.

Navarro, uno de los opositores más visibles desde la Primavera Negra de 2003, sigue siendo un símbolo de resistencia pacífica en Cuba. Su caso refleja con crudeza cómo el régimen continúa castigando la disidencia no solo con cárcel, sino con la negligencia deliberada.

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