En medio del prolongado apagón que dejó sin electricidad a buena parte de La Habana, un grupo de ciudadanos lanzó piedras contra el cajero automático del Banco de Los Colonos, ubicado en la esquina de Juan Delgado y Lacret, en el barrio de Santos Suárez, municipio 10 de Octubre.

El acto de vandalismo ocurrió en plena oscuridad, y según reportó la página de Facebook La Tijera, los cristales del cajero fueron rotos como expresión del creciente malestar social.

El hecho no fue aislado ni espontáneo. Vecinos del área señalan que la paciencia del pueblo se ha agotado.

Sin electricidad, sin agua potable, sin alimentos suficientes y sin acceso a efectivo en los bancos, la frustración acumulada se transforma en estallidos de ira que reflejan la situación límite a la que está siendo empujada la población.

La Habana enfrenta desde hace semanas apagones prolongados que superan las 20 horas diarias, afectando servicios esenciales como el bombeo de agua, la refrigeración de alimentos y el acceso a comunicaciones.

A esto se suman la escasez de combustible, los precios elevados, y la falta casi total de medicamentos y productos básicos.

El sistema bancario, digitalizado forzosamente por el gobierno, ha colapsado en muchos casos: los cajeros automáticos permanecen sin dinero, las colas se vuelven inhumanas y el acceso al efectivo es cada vez más limitado.

En ese contexto, el acto de apedrear un cajero no es simplemente vandalismo: es una manifestación desesperada de una ciudadanía asfixiada.

Las autoridades, hasta el momento, no han ofrecido declaraciones oficiales ni sobre el apagón generalizado ni sobre el incidente en Santos Suárez.

Varios residentes han denunciado que la falta de respuesta institucional solo incrementa la tensión social, y temen que estos actos se multipliquen si no se adoptan medidas urgentes para aliviar la presión que viven miles de familias cubanas día tras día.

Cuba, que desde hace años enfrenta una crisis multidimensional económica, energética, sanitaria y política parece acercarse a un punto de quiebre.

La insatisfacción ya no se expresa solo en redes sociales o en la intimidad del hogar: empieza a tomar las calles, incluso en la oscuridad de la noche.

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