La edad de Irela Bravo volvió a colarse en la conversación pública, pero esta vez no por chismes ni especulaciones de redes, sino por lo que ella misma dijo —con naturalidad y humor— en una entrevista con La Familia Cubana desde Miami. Entre anécdotas y reflexiones, la actriz y comunicadora abordó un tema que la ha acompañado durante años y lo hizo sin rodeos.

“Vieja no me siento”, soltó cuando le preguntaron qué edad siente tener espiritualmente. La frase, breve pero contundente, bastó para reavivar un debate que parece no agotarse: la diferencia entre la edad del documento, la que uno percibe por dentro y la que los demás intentan adjudicar.

Aunque no dio un número exacto, Irela dejó señales claras. Habló de cómo cambian los gustos con el tiempo, de la evolución en la manera de presentarse y de pequeños detalles que delatan una etapa distinta. “Pasamos los 40, ¿viste?”, comentó en tono relajado, como quien menciona una estación del año sin dramatismo. Para ella, la madurez no es tragedia: es transición.

En la conversación explicó que antes el maquillaje no le interesaba demasiado, pero que hoy lo entiende como parte del oficio y de la seguridad personal. No lo planteó desde la vanidad, sino desde la presencia: verse bien, sentirse lista, “darle la cara” a lo que venga, como parte de su trabajo y su vida pública.

Uno de los puntos que más resonó fue su insistencia en separar edad de decadencia. Irela aseguró que no ha perdido el entusiasmo por compartir, por disfrutar y por plantarse ante la realidad tal como se presenta. Dijo admirar la juventud, pero también valoró el peso de las experiencias y dejó claro que se rodea de personas de su generación y mayores, no por nostalgia, sino por afinidad: “A mí la gente me conmueve”, repitió, poniendo el foco en lo humano y no en el calendario.

Hacia el final, la moderadora Yasbell Rodríguez remató con una idea que muchos espectadores suelen comentar: Irela no “se ve” vieja, pero sobre todo no “suena” vieja. No es un asunto de apariencia, sino de actitud. Y quizá por eso —porque se mueve con energía y convicción— las redes insisten en buscarle un número, como si así pudieran encasillarla.

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