El drama que vive el Hospital de Nuevitas en Camagüey es el retrato más crudo del colapso sanitario que sufre Cuba. En un video difundido por la página Nio Reportando un Crímen y replicado por La Tijera News, se ve a una madre desesperada limpiando el vómito de su hijo enfermo dentro de la sala pediátrica del hospital.

No es trabajadora del centro, ni voluntaria: simplemente no había nadie más. Ante la ausencia total de personal de limpieza, tomó una escoba y un cubo para sanear el área donde su hijo se encontraba.

Cuando los familiares pidieron ayuda, la respuesta fue tan fría como reveladora: “No hay personal. No hay auxiliares”. Esa frase resume el hundimiento de un sistema que alguna vez fue presentado como ejemplo internacional. Hoy, los hospitales cubanos se han convertido en espacios sin higiene, sin recursos, sin medicamentos y sin esperanza.

En el Hospital de Nuevitas, como en muchos otros del país, las madres deben asumir tareas que no les corresponden: limpiar salas, desinfectar fluidos, cuidar a otros niños y hasta comprar el agua para fregar. Los médicos hacen lo que pueden sin guantes, sin sueros, sin antibióticos. Las enfermeras están agotadas y muchas han abandonado sus puestos ante los salarios miserables y la sobrecarga laboral.

Esta situación no es un hecho aislado ni un problema momentáneo. Es el resultado de años de abandono institucional, mala gestión y corrupción dentro del sistema de salud cubano. El gobierno prioriza la propaganda y las misiones médicas en el extranjero mientras deja a los hospitales nacionales en ruinas.

La supuesta “potencia médica” se derrumba frente a los ojos de todos, pero el régimen insiste en negar la realidad.

El pueblo cubano vive una tragedia silenciosa: madres que limpian vómitos, niños enfermos sin atención, ancianos sin medicinas y hospitales convertidos en focos de infección. Mientras los altos funcionarios del Ministerio de Salud disfrutan de privilegios, las familias deben luchar no solo contra la enfermedad, sino contra la indiferencia de un Estado que ya no protege a nadie.

El caso de Nuevitas no es una excepción, es la norma. Es el símbolo del abandono total de un sistema que alguna vez prometió “salud gratuita y universal” y hoy ofrece solo miseria y desesperación. Cuba se desangra entre la escoba de una madre y el silencio de un gobierno que ha perdido toda humanidad.

Del perfil de La Tijera

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