En medio del drama de la migración cubana, surgen historias que no pueden ser ignoradas, porque no solo hieren a los protagonistas, sino que ofenden a toda conciencia. Óscar Casanella, científico y activista cubano, espera una decisión migratoria que marcará su vida y la de su familia.

Su trayectoria no deja dudas: ha sido perseguido, acosado y forzado al exilio por enfrentar, con valor y dignidad, a la dictadura cubana. Hoy, este hombre íntegro podría ser deportado al mismo sistema que lo violentó, mientras figuras como Alejandro Cuervo, actor ligado al aparato ideológico del régimen, disfrutan del exilio como si nunca hubieran sido parte del engranaje opresor.

La pregunta es inevitable: ¿dónde está la justicia cuando el exilio premia al colaborador y castiga al disidente? Casanella no huyó por capricho, sino por necesidad. Fue un patriota en tierra hostil, un defensor de la libertad condenado al silencio. Su posible deportación no sería solo un error administrativo, sino una herida ética profunda. “Porque si Estados Unidos niega el asilo a Óscar Casanella, no solo le falla a un hombre justo, le falla al principio mismo sobre el que fue construido”.

Mientras tanto, Cuervo aterriza en Miami con una sonrisa cómoda, un café en mano y la arrogancia intacta. Según declaró, su presencia en EE. UU. es el cumplimiento de un sueño. Pero para los que han padecido las torturas psicológicas, la censura, la miseria y la represión por pensar diferente, ese mismo suelo es un refugio sagrado. “¿Hasta cuándo la doble moral?”.

La indignación es la respuesta a esta pregunta que se hacen todos los cubanos que han sufrido en carne propia los oprobios de la dictadura cubana.

Causa indignación ver cómo estos rostros oficialistas se pasean por la diáspora como turistas privilegiados, sin haber denunciado jamás al sistema que los sostuvo.

El silencio de Cuervo ante los abusos del castrismo no es neutro: es complicidad. Su acceso fácil al país que ha recibido a tantos perseguidos, mientras otros enfrentan procesos largos y humillantes, resulta humillante, porque el exilio no debería ser un trofeo para los que se acomodaron en la estructura del poder, sino un refugio para los que resistieron desde la verdad, aunque les costara todo.

"No podemos permitir que los que huyen del horror sean rechazados, mientras los que colaboraron con él disfrutan cómodamente del exilio como si nada", gritan miles de voces.

La comunidad cubana debe reaccionar. La voz debe levantarse no solo por Casanella, sino por el significado mismo de la palabra justicia. Porque cada vez que un cómplice cruza la frontera sin consecuencias, se oscurece la luz de los que lo dieron todo por una Cuba libre.

Fuentes: Lara Crofs y Yosmany Mayeta Labrada

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