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El Salvador, Guantánamo: un pueblo marcado por el abandono del central azucarero

Redacción de CubitaNOW ~ martes 16 de diciembre de 2025

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A primera vista, El Salvador, en la provincia de Guantánamo, parece un pueblo detenido en el tiempo. Las calles, antaño atravesadas por camiones y transeúntes, ahora reciben solo el paso ocasional de alguna moto. El silencio domina donde antes resonaban los pitazos del central azucarero El Salvador, conocido como Soledad, cuya paralización hace más de dos décadas cambió drásticamente la vida económica y social de la comunidad.

El ingenio Soledad no era un central cualquiera. Fundado a finales del siglo XIX y modernizado a lo largo del XX, se convirtió en un pilar de la economía del oriente cubano. Su historia estuvo ligada al capital estadounidense y a las grandes zafras republicanas, mientras su infraestructura convirtió a El Salvador en un punto clave para el transporte ferroviario y comercial de caña y azúcar hacia los puertos y refinerías.

Durante décadas, el central garantizó empleo a casi toda la población local, además de organizar la vida cotidiana: desde transporte hasta abastecimiento y servicios dentro del propio ingenio. “Trabajaba casi todo el pueblo ahí y venía gente incluso de la ciudad de Guantánamo”, recuerda un antiguo obrero. El merendero del central servía a trabajadores y vecinos, una señal de que el ingenio era más que una fábrica: era el corazón de la comunidad.

Todo cambió a inicios del siglo XXI con la Tarea Álvaro Reynoso, impulsada por el gobierno cubano para reducir la dependencia de la economía en el azúcar. El Salvador fue uno de los ingenios declarados “ineficientes” y en 2004 detuvo su producción. El proceso de desmantelamiento fue rápido: maquinarias vendidas o trasladadas, techos y muros deteriorados, y un paisaje industrial reducido a escombros cubiertos de maleza.

Hoy, el antiguo central transmite abandono. Sus naves vacías y estructuras dañadas reflejan un golpe que no solo afectó la industria, sino la vida de todo un pueblo. Más de veinte años después, los habitantes siguen esperando explicaciones y alternativas que nunca llegaron. El Salvador es hoy un testimonio de promesas rotas y de un legado industrial que desapareció de raíz.


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