El recadero del Caribe: Díaz-Canel y su paso por Moscú
Redacción de CubitaNOW ~ sábado 10 de mayo de 2025

Al Títere Dictatorial de Cuba le dieron en Rusia el lugar que merecía: el de recadero de Raúl Castro y la Junta Militar Castrista. Su reciente visita a Moscú, lejos de ser un gesto de protagonismo diplomático, fue la confirmación visual y protocolar de su papel secundario en la geopolítica regional que dirige el Kremlin.
Desde su propia llegada y ser recibido por un vice ministro hasta su agenda, se pone de manifiesto su papel de invitado secundario y prácticamente, de obligada presencia.
Dicen que Putin lo atendió por compromiso unos escuetos quince minutos, suficientes para dejarle claro lo que ya todos saben: que Cuba no es más que un satélite obsoleto de Moscú en el Caribe, útil solo en la medida en que sirve a los intereses rusos. Le asignaron un itinerario simbólicamente subordinado: visitar fábricas, posar con Kiril, el patriarca de la Iglesia Ortodoxa, y depositar flores junto al paquidermo de la dictadura venezolana. Todo en perfecta coreografía de servidumbre.
Pero lo más revelador fue la imagen que circuló ampliamente durante el desfile en la Plaza Roja. En ella, Díaz-Canel aparece en un segundo plano, casi oculto tras los líderes que Putin considera sus verdaderos aliados estratégicos. Allí estaba, detrás de mandatarios como Nicolás Maduro, como si su mera presencia fuera una nota al pie de página. No fue sentado en el centro de las cenas oficiales, ni colocado entre figuras clave en los actos conmemorativos. Fue marginado, colocado en las esquinas del protocolo, donde los actores irrelevantes esperan instrucciones.
El mensaje es claro para quien quiera leer entre líneas: Díaz-Canel no manda, ni siquiera representa. Es un emisario designado por quienes realmente detentan el poder en Cuba, un vocero sin autonomía que viaja cuando le ordenan, dice lo que le escriben y vuelve a casa con promesas huecas y fotos sin peso. La foto de grupo, en la que casi hay que buscarlo con lupa, lo dice todo. No lo ven como estadista, sino como títere, como simple extensión del poder castrista.
Al final, Díaz-Canalla —como muchos lo llaman en justa sátira— es exactamente eso: un canalla al servicio de una dictadura envejecida que oprime al pueblo cubano. Su papel en Rusia no fue una gira de Estado, sino una escenificación de su irrelevancia. Otra humillación diplomática más que, tristemente, pagamos todos los cubanos.