En los últimos meses, Cuba ha experimentado un alarmante aumento en el consumo y tráfico de una nueva droga sintética conocida popularmente como El Químico. Esta sustancia, de composición aún no completamente revelada por las autoridades, se ha convertido en una amenaza creciente para la salud pública y la seguridad nacional.

El Químico ha ganado terreno rápidamente entre los jóvenes, especialmente en zonas urbanas, debido a su bajo costo y fácil acceso. Según reportes extraoficiales, se comercializa en forma líquida o en polvo, y sus efectos son altamente adictivos, con consecuencias severas tanto físicas como psicológicas.

Se han registrado casos de brotes psicóticos, agresividad extrema y pérdida de la conciencia, lo que ha llevado a múltiples hospitalizaciones e incluso muertes en circunstancias aún investigadas.

La situación ha escalado al punto de que las autoridades cubanas se han visto obligadas a endurecer las sanciones relacionadas con la producción, distribución y consumo de esta sustancia.

En una reciente declaración del Ministerio del Interior, se anunció una revisión del Código Penal para incluir penas más severas por delitos relacionados con drogas sintéticas, incluyendo sentencias de hasta 30 años de prisión para traficantes reincidentes.

Además, se ha puesto en marcha una ofensiva policial en barrios considerados puntos rojos del narcotráfico, con operativos sorpresa y vigilancia reforzada en redes sociales, donde muchas veces se promociona y coordina la venta de estas sustancias.

También se ha iniciado una campaña mediática para alertar a las familias sobre los peligros de El Químico, buscando prevenir su consumo desde la base comunitaria.

Sin embargo, muchos expertos aseguran que las medidas punitivas no serán suficientes si no van acompañadas de estrategias integrales de prevención, educación y rehabilitación. Denuncian que el crecimiento del consumo está vinculado a la frustración económica y la falta de oportunidades, especialmente entre los jóvenes.

En este contexto, El Químico se ha convertido en un símbolo de una crisis más profunda, que no solo desafía la capacidad del Estado para controlar el narcotráfico, sino que también pone en evidencia las grietas sociales que se agravan en la Cuba actual.

Fuente: Rolando Nápoles sobre entrevista de Humberto López en el NTV cubano

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