En el poblado de Guamo, municipio Río Cauto, provincia Granma, decenas de familias viven un drama desgarrador tras el paso del huracán Melissa, que dejó tras de sí inundaciones masivas, destrucción y abandono institucional. Vecinos denuncian que niños, ancianos y mujeres permanecen varados junto a la línea del tren, sin alimentos, agua ni atención médica, esperando una ayuda que no llega.

El testimonio de una residente refleja la desesperación colectiva:

“¡Por Dios, alguien que haga algo! El tren puede llegar hasta ahí porque está seco y no les da la gana de ir a recoger a toda esta gente. Tengo a casi toda mi familia ahí, ya no pueden más”.

Las lluvias provocaron el desbordamiento del río Cauto, arrasando con viviendas, cosechas y pertenencias. Sin embargo, más de 48 horas después, los afectados siguen sin ser evacuados, pese a que los ferrocarriles locales están operativos y podrían servir para trasladar a los damnificados.

En redes sociales, las imágenes difundidas por testigos muestran a personas tiradas en el suelo, cubiertas con mantas empapadas, intentando protegerse del frío y la humedad. Muchos menores presentan fiebre y síntomas respiratorios, sin acceso a medicamentos ni refugios.

La respuesta oficial, una vez más, ha sido el silencio y la propaganda. Mientras los medios estatales dedican sus espacios a hablar de “la recuperación del país”, los ciudadanos del oriente cubano enfrentan una emergencia humanitaria real, sin recursos ni presencia visible del gobierno.

Organizaciones independientes y activistas dentro y fuera de la isla están haciendo llamados urgentes para enviar ayuda y visibilizar la tragedia que golpea a Granma. “Guamo necesita asistencia humanitaria inmediata. No podemos seguir mirando hacia otro lado mientras la gente sufre”, expresó Deivis Maite Echezábal, directora del medio independiente La Tijera News.

La situación en Río Cauto simboliza el abandono estructural que padecen muchas zonas rurales de Cuba: caminos destruidos, servicios colapsados y autoridades ausentes. El dolor y la impotencia se mezclan con la rabia de un pueblo que, una vez más, se siente olvidado por un sistema que prometió igualdad, pero entrega miseria.

Guamo sigue en emergencia. Cada minuto sin acción puede costar vidas. La ayuda humanitaria no puede esperar.

Fuente: La Tijera

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