“Al presidente, a los ministros, a esos que nos piden resistencia y creatividad…”, así comienza el desgarrador testimonio de Luis Mario González, un padre cubano que pone voz al cansancio acumulado de miles de familias atrapadas en la rutina de apagones constantes, escasez de alimentos y angustia diaria.

Luis Mario describe con crudeza la realidad de quienes dependen del fluido eléctrico para cocinar, trabajar y mantener un hogar digno. “¿Cómo se le explica a un niño que no hay comida porque no hay electricidad para cocinar?”, se pregunta, subrayando la impotencia que sienten padres y madres frente a una crisis que parece no tener fin.

Cada jornada se convierte en una lucha. Muchos trabajadores pasan horas intentando conseguir algo para llevar a la mesa, solo para regresar a casa y encontrarse nuevamente con la misma realidad: la falta de luz eléctrica. “Llegamos a casa y no hay luz. ¿Qué le decimos a nuestros hijos?”, insiste Luis Mario, describiendo una rutina que desgasta la paciencia y la esperanza.

Su reflexión va más allá de lo cotidiano y entra en lo éticamente doloroso. Comparando su situación con la de quienes cuentan con recursos, plantea preguntas que estremecen: ¿Se permitiría que los niños de otros hogares con plantas eléctricas pudieran dormir sin mosquitos ni calor, mientras los suyos pasan hambre? ¿Se distribuyen comidas en hoteles para algunos, mientras niños se acuestan con el estómago vacío?

“Ya esto es insoportable”, afirma, aclarando que habla desde la desesperación de un padre y no desde la política. Pero deja claro que la paciencia tiene un límite, y cuando se trata de los hijos, ese límite se alcanza muy rápido. Luis Mario asegura que no habla solo por sí mismo, sino por los muchos que hoy callan por miedo, cansancio o resignación.

Su mensaje final es un clamor profundo: “Ya no aguantamos más. ¿Hasta cuándo tenemos que callar y seguir soportando que la vida de nuestros niños se nos vaya, literalmente, en un abrir y cerrar de ojos?”.

No busca privilegios ni ventajas, solo libertad para vivir con dignidad. Su súplica refleja el sentir de una generación que exige soluciones urgentes ante la crisis eléctrica y sus devastadoras consecuencias en la vida cotidiana.

Fuente: Yosmany Mayeta Labrada

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