El expresidente de Estados Unidos, Joe Biden, de 82 años, atraviesa una nueva fase en su batalla contra un cáncer de próstata agresivo, según reveló la cadena NBC News. De acuerdo con su vocero, el exmandatario se encuentra recibiendo radioterapia y tratamiento hormonal como parte de un plan médico que busca frenar el avance de la enfermedad.

El tratamiento, que se extenderá durante cinco semanas, marca una nueva etapa en la atención de Biden, quien ya venía tomando medicación hormonal en forma de pastillas desde hace varios meses. Su equipo médico confía en que este procedimiento pueda contener la propagación del cáncer y mejorar su calidad de vida.

El cáncer que enfrenta el exmandatario presenta una puntuación Gleason de 9, correspondiente al grupo de grado 5, lo que indica una alta agresividad y riesgo de expansión a otros órganos, particularmente a los huesos. Algunos reportes médicos señalan que el cáncer podría haber comenzado a extenderse hacia el tejido óseo adyacente, aunque no hay confirmación oficial al respecto.

Biden fue diagnosticado en mayo, luego de que los médicos detectaran un nódulo en la próstata durante una revisión rutinaria realizada en un hospital de Filadelfia. En ese momento, el expresidente se sometió a un procedimiento médico que permitió confirmar la naturaleza del tumor. No es la primera vez que enfrenta una enfermedad oncológica: en 2023 ya había recibido tratamiento por cáncer de piel, una afección común en hombres de su edad.

Pese al nuevo diagnóstico, Biden se ha mostrado optimista sobre su evolución. “El pronóstico es bueno. Estamos haciendo todo lo necesario. Me siento bien y confiado”, expresó el exmandatario en declaraciones previas. También afirmó que cuenta con un equipo médico de primer nivel, encabezado por uno de los cirujanos más reconocidos en el tratamiento de cánceres prostáticos.

“El cáncer no se ha extendido a otros órganos, mis huesos están fuertes”, aseguró entonces, transmitiendo un mensaje de esperanza a sus seguidores y familiares.

El cáncer de próstata es una de las enfermedades más frecuentes entre los hombres mayores de 60 años en Estados Unidos, y aunque puede ser altamente agresivo, los avances en tratamientos hormonales y radioterápicos han permitido mejorar significativamente las tasas de supervivencia.

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