Lo que fue uno de los sitios más tranquilos y agradables del Cerro hoy se ha convertido en una escena dolorosa y deprimente. En la intersección de Acosta y Tercera, en pleno corazón del barrio CasinoDeportivo, un salidero descomunal de aguas albañales ha invadido las calles, arrastrando consigo no solo inmundicia sino también la dignidad de una comunidad que ya no puede más.

“Parte el alma ver cómo este lugar, que antes era ejemplo de limpieza y organización, se hunde en el abandono absoluto”, cuentan vecinos entre la rabia y la impotencia.

La situación es insostenible: carros estancados, trabados en el lodazal de aguas pestilentes que no solo inundan sino que se mezclan con la basura regada por doquier.

Personas mayores corren peligro cada vez que intentan cruzar la calle, resbalan, se caen, y nadie responde. La desidia se ha vuelto norma, mientras las instituciones encargadas —como Aguas de La Habana— brillan por su ausencia. “Los trabajadores no han dejado de cobrar ni un solo día, y mucho menos el director. Pero solucionar esto, eso sí no lo hacen”, denuncia Ramón Costa.

El clamor popular se ha encendido como un fuego que nadie puede apagar. Entre los comentarios en redes sociales hay indignación, dolor y un sentimiento generalizado de abandono. “Cuba no avanza, Cuba se desmorona. Basta ya de miseria, apagones y represión. Esto es una vergüenza nacional”, afirma con dureza Bárbara Mursuli. Otros, como Eduardo González, cargan contra el gobierno con una rabia contenida por años de sufrimiento: “Este gobierno solo sabe reprimir y provocar miseria”.

Lo más grave es que a nadie parece importarle. Los que deberían actuar lo ven como “normal”, como si vivir en condiciones insalubres fuera parte del paisaje. Pero no lo es. Esta crisis no es solo ambiental: es social, política y profundamente humana.

Es el reflejo de un país que se cae a pedazos mientras los poderosos hacen silencio. "Derroquen la dictadura, liberen a Cuba", gritan algunos. Pero aquí abajo, entre el lodo y el olvido, solo quedan lágrimas, basura y un barrio que llora su antigua dignidad perdida.

Del perfil de Díaz Canel s...

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